A vueltas de la utopía
Escribía hace unos días un artículo como opinión personal a un tema sobre la utopía, que apareció en un digital amigo. Contaba yo que todo lo actual no era necesariamente mejor que lo vivido en un tiempo pasado como entendí que defendía el autor del texto, dónde se hacía un panegírico sobre las excelencias de lo nuevo en detrimento, claro, de lo que se suponía obsoleto, caduco y viejo, como era, naturalmente, el creer en las utopías o, cuando menos, concederle un protagonismo que en absoluto se corresponde con la realidad.
Bien, sin que nadie pueda condenarme por mantener mi fe, en lo que significa para el hombre la utopía, podría razonar esta querencia en el hecho, para mí incontestable, de que ha sido gracias a las utopías, a los utópicos, gran parte –no se trata aquí de cuantificar– los avances de cualquier grupo humano, de toda la sociedad entendida como pueblo, que ha supuesto a la postre enormes beneficios de toda índole. Haría falta recordar a quienes deniegan, eso sí, –sistemáticamente– del gesto utópico de los pensadores británicos Owen, Charles Fournier, Henry Saint-Simón, etc., iniciadores del llamado socialismo blanco, no marxista, que de alguna manera fueron cimientos de conceptos socio-filosóficos tan determinantes como los socialismos posteriores o la misma socialdemocracia.
Sus aportaciones intelectuales, en ocasiones llevadas a una praxis reconocida, como los falansterios, pudieron consistir el germen de avanzadas teorías sociales. Y todo aquello, se reflejaba entonces como ahora en una utopía. Más tarde, diversos y distintos intentos utópicos vinieron a formar el cuerpo doctrinal y práctico de algunas realidades socio-económica como sucedió con la creación de la Corporación Obrera de Mondragón, por cierto comandada por un sacerdote falangista, si no me falla la memoria y los datos era una utopía convertida en intensa verdad, quizá propuesta por las antiguas granjas cooperativas ideadas por el mismo Robert Owen,
Y por qué no, iba a recordar una etapa tan decisiva en el pensamiento social de la época, como fue el Mayo francés del 68; incluido el aporte que hizo el aventajado alumno filosófico Daniel Cohn-Bendit, que junto a sus compañeros hicieron posible el Prohibido prohibir, Hagamos lo imposible. o En la calle está la poesía, tan cercana a las aspiraciones nacionalsindicalistas. Que duda cabe que aquellas invocaciones llevaban implícitas un tono utópico, pero tampoco se podría obviar si se quiere ser objetivo.
Su influencia a lo largo de años en gran número de países: Alemania, España, Argentina, Reino Unido, etc., dando muestras fehacientes de una toma de conciencia hacia postulados completamente novedosos y, sobre todo, ambiciosos respecto a un verdadero cambio de mentalidad social. Eso fue producto de la utopía de gentes que creyeron en lo imposible para hacerlo posible.
En fin, la utopía. Algo del pasado, es verdad, pero con la fuerza de un hacer inmediato.
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