Aprovechar las vacaciones
Con las alteraciones que nos traen estos golpes de calor que apenas conocíamos por lo que contaban los meteorólogos, pero que recibimos con angustias esta semana y padecemos día y noche, da la impresión de que nuestros escribidores se han soltado el pelo, pues el que más y el que menos firma algo sacando a relucir lo que acontece, lo que nos viene de antes y lo que se prevé puede llegar a ocurrir si no se toman las medidas adecuadas, lo que tiene que venirse encima en definitiva.
Es evidente que el covid fue recibido como una broma, de mal gusto, pero broma al cabo, y no supieron enfrentarse con él, metieron la pata hasta el corvejón con las medidas que fueron tomando tanto en atenderlo debidamente como en la compra primera de los útiles y medicamentos necesarios, cosa que enfocaron para hacer caja y no solo para atacar la pandemia –como se va descubriendo poco a poco– al haber hecho los encargos a través de una empresa que no tenía ni un solo empleado, que era de unos amiguetes, y que a su vez compraba a través de otros desconocidos; así como en la campaña de confinamientos sí o confinamientos no porque cambiaban de criterio del día a la noche, errores que siguen cometiendo hasta en este momento con la última decisión de que cada cual se organice como pueda o crea mejor. Y así todo.
Y desde luego, sin echar mano del saber de los profesionales a la hora de tomar decisiones, con lo cual los errores han sido mayúsculos y continuados. Y ante la incapacidad que derraman por todos los poros, buenas fueron el pasado año las vacaciones para irse a meditar a la playa, la montaña o donde les apeteciera; cosa que repiten este año con la misma tranquilidad pues esto, tal cual dice una de las doctas ministras, va para largo, y hay que tomarlo con calma.
Mas no solo es esta calima la que nos agobia, ni la que nos llega de África acompañada de calor; lo que se cierne sobre España es una nube de esas negrotas que asustan, precursoras de la aproximación de agujeros negros de masa estelar difíciles de contener, capaces de destruir ciudades, soltar chorros de agua incontenibles y dejar arrasado todo allí donde se manifiestan.
De esto nos informan y documentan los meteorólogos y de la calima política que sobrevuela la parte de la península ibérica que es España lo vamos a dejar en buena parte en manos de mejores plumas que la nuestra que, como apuntábamos antes, con el calor parece que se van soltando en la buena prensa de larga tirada que tenemos, en estupendos diarios digitales, en publicaciones de todo tipo, incluso en lo que dejan caer, por eso que ahora se conoce como modernos medios de comunicación, un enorme chorro de mentes privilegiadas del saber, que piensan por ellos mismos, que conocen sobradamente todos los temas por los que se mueve la política, que han entrado en el estudios de las diferentes ideologías que se han ido sucediendo a lo largo de los años, que son historiadores, filósofos, teólogos, matemáticos, economistas, y pueden dar ciento y una lección a los empinados en los órganos de poder e instituciones de toda índole que hacen que el país se estremezca a diario y que se extienden como garrapatas que van succionando la sangre de la nación.
Es frecuente encontrar en la calle manifestaciones con pancartas reclamando echar del Gobierno al actual presidente y demás camarilla que lo acompaña; es igualmente usual que la prensa de todo tipo, estos días, exponga ese pensamiento por gentes que están metidos en la política y saben lo que dicen por haberlo vivido; de la misma forma es habitual demuestren objetivamente su opinión, personajes de reconocida valía, de lo que se está haciendo en contra de los intereses de la nación; y puede escucharse por todos los mentideros, en todos los rincones, en las tertulias radiofónicas, en las terrazas de los bares, que esto no puede aguantar mucho más, que ha de estar cercana la explosión que limpie el país de mendacidad y porquería.
Y no son pocos los que, soterradamente, o a voz en cuello, piensan que debería existir alguna disposición mediante la que, en casos como el presente, se pudiera dar de baja al presidente del Gobierno y por ende a toda su camarilla. Sin esperar a elecciones porque ello lleva a empeorar la cuestión día a día. Cesar al presidente del Gobierno para, precisamente, celebrar elecciones generales.
No es nuevo, es una medida que viene de antiguo: cuando no se sabe llevar las riendas del carro, lo mejor es cambiar de arriero o cochero. Incluso cuando el pundonor del presidente del Gobierno le avisaba de que se le había ido de la mano el control del país, él mismo tomaba la decisión de presentar la dimisión para que un nuevo Gobierno intentara enderezar las cuestiones de Estado.
Claro, esto, cuando existía pundonor, no cuando quien ocupa el puesto desea eternizarse en él, o cuando no se tiene en cuenta el interés de la nación y sus súbditos, sino la ideología del antedicho. Por otro lado, no era malo el sistema que se achacaba a Franco de hacer cambios importantes cuando descansaba en el palacio de Ayete, de San Sebastián, y mandaba la correspondiente nota al interesado por «el motorista», pieza fundamental en esos momentos. No sería este mal sistema en los momentos actuales.