Se chasca la paz, surgen las grescas
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Lo decía el otro día, el ambiente no es de paz y tranquilidad, por doquier se encrespan los ánimos. Da igual dónde. En las entrevistas televisivas, entre los comentaristas que cada quien trata de salvar a los suyos, en el Parlamento, en la calle. Y es que todo es un batiburrillo, falta honestidad en el hacer, nadie cumple con lo que se establece para salir del entuerto en el que estamos.
Cuando se prohíben las reuniones de más de seis resulta que se monta un sarao en el Casino de Madrid donde se ve a políticos y otros asistentes de postín sin mascarillas. En una cosa tan innecesaria en estos días como ese acto y dentro de una rigidez tan grande como parece que hay que llevar, falta el ejemplo. Y, en política, hay que dar ejemplo, mucho ejemplo.
La moral, incluso la que nos queremos poner a nosotros mismos nos la saltamos sin ningún miramiento y con justificaciones prendidas con alfileres. Ahí tenemos a los chicos de Podemos que se pasan por debajo del tacón el código ético que se autoimpusieron. Y lo hacen a todos los niveles. Tenemos a Pablo Iglesias, Irene Montero, Isa Serra, Alberto Rodríguez, Rita Maestre, Iñigo Errejón y últimamente Echenique, condenado por los chanchullos llevados a cabo con la seguridad Social al contratar en negro a su asistente.
Todos ellos están pasando por algún juzgado por no ser buenos chicos y haber hecho alguna picardía, lo que, de acuerdo con su código ético, les obliga a presentar la dimisión en el lugar donde se encuentren, dejando el puesto que ocupen, y recogerse en casa a ver pasar la pandemia.
Desde que está este gobierno no son pocos los presos de ETA que están disfrutando del acercamiento al país vasco sin otra justificación que la que da el ministro Marlaska y el propio presidente Sánchez de que «es para conseguir su reinserción». ¿Es una broma? ¿No será para pagar los favores de los parlamentarios vascos por cada ocasión que les prestan su voto?
Y, curiosamente, ahora llega la información de que Puigdemon ordenó a sus huestes «hacer presidente a Sánchez aunque fuera gratis». ¿Qué habría detrás, señor? ¿Qué entresijos existen al respecto?
El tema de los Presupuesto Generales del Estado, al parecer, mantiene a unos ministros enfrentados con otros, incluso con dureza. Incluso hubo una bronca entre Sánchez e Iglesias, entre otras cosas, porque cada uno de los dos anuncia públicamente acuerdos que ni siquiera se ha tratado, y con ello, lógicamente, surge el cabreo. Pero en este caso, al parecer, estuvieron a punto de romper –de mentirijillas ya que ninguno de los dos haría nada que le privara del sillón–, por más que sin pasar muchas horas llegaron a un acuerdo respecto al precio de los alquileres, la subida de impuestos, lo del ingreso mínimo vital, y el impuesto especial al diésel. Acuerdo que llevó a que la gresca haya aparecido entre unos ministros y otros toda vez que, según los síntomas, no hay demasiada querencia –ni siquiera de esa química de la que se habla ahora– entre los técnicos que Podemos califica de ortodoxos y los ortodoxos que consideran a los otros como unos inútiles que solo se dedican a sus piruleos políticos.
Es tal la poca empatía que existe entre los dos grupos que Pedro Sánchez ha tenido que mediar con la amenaza de que «si nos rompemos perdemos el Gobierno». Y parece ser que eso ¡nunca!, hay que salvarse como sea, por lo que se han puesto a perfilar la ley de alquileres y el tema del ingreso mínimo vital para no estropear las negociaciones con la Unión Europea que pondrían en peligro las ayudas esperadas.
En otro campo tenemos a los magistrados, quienes, además de estar bastante de morro con el tema de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, ven como el Gobierno ha decretado una «prorroga encubierta» del estado de alarma que ya estaba en vigor en Madrid, sin que el Congreso la haya aprobado. Lo que es una aberración. No dan una. O, lo que puede ser peor, les preocupan poco las leyes y sólo las emplean, aunque sea retorciéndolas, para llevar a cabo sus deseos y ocurrencias.
Que es el caso del rechazo de la Fiscalía a la investigación puesta en marcha contra Ávalos por el Delcygate, pues ve como «un acto diplomático» el encuentro secreto con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez con el ministro Ávalos, y los trapicheos realizados en Barajas durante las horas que permaneció la citada señora en el aeropuerto, aduciendo que no llegó a pisar suelo español sino de tránsito, cuando tiene prohibido por la UE pisar suelo europeo.
Por otro lado nos encontramos con el crecimiento del funcionariado español. Hemos llegado a 3.337.100 funcionarios según las últimas estadísticas, más que nadie, lo que supone el 21 por ciento de los trabajadores por todos los conceptos que existen en España. De 2007 hasta ahora se ha incrementado la plantilla en 347.000 funcionarios, que encarece los presupuestos del Estado en 142.000 millones de euros. Y, justamente, durante la pandemia, en los dos últimos trimestres, el incremento ha sido de 111.200. Y en los hospitales faltan médicos, sanitarios en sus distintas categorías. Y en las escuelas maestros. Y en los tribunales jueces.
Con esto tiene bastante cualquier español para indignarse. Pero no queda ahí la cosa, ¡qué va! Como dirían Tip y Coll, «otro día hablaremos del Gobierno». ¡Qué tiempos aquellos!