El Congreso hace limpieza
El diputado de Podemos, Alberto Rodríguez, en cierta ocasión se dignó dar una coz a un policía, y tras el juicio correspondiente, llevado a cabo por el Tribunal Supremo porque el individuo gozaba de inmunidad parlamentaria, este le condenó a 45 días de cárcel, canjeable por el pago de una multa demasiado barata, sentencia que lleva aparejado la pérdida del puesto de diputado.
La presidenta del Parlamento, Maritxell Batet, diputada por Barcelona, y que ostenta la representación del poder legislativo, tras una trifulca en la Cámara Baja montada por Unidas Podemos, de donde procede dicho diputado por Tenerife, no supo estar en su sitio, se tambaleo, y puso en duda si por haber pagado la multa que lo libraba de los 45 días de cárcel, quedaba también exento de tener que abandonar el sillón de parlamentario, elevando la consulta al Tribunal Supremo. A lo que el juez Marchena, presidente de la sala segunda, respondió que la sentencia había de ejecutarse, con el latiguillo de que entre las atribuciones de su magistratura «no está la de asesorar a otros órganos constitucionales en la ejecución de una sentencia ya firme».
Está bien que de vez en cuando se aprecie que «todos los españoles somos iguales ante la ley», aunque en muchas ocasiones se olvide, y el merecedor de sentencia se va de rositas.
Yo me alegro de que haya sido despedido del Parlamento. Además de por su comportamiento salvaje con la autoridad, por el gesto de mala baba que habitualmente acompaña a su cara, por lo que no lo considero mi representante en el hemiciclo. Además, y muy especialmente, porque su fachenda es la forma opuesta de cómo ha de ir vestida y arreglada una persona a un lugar como es el Congreso de los Diputados, lugar de representación de todos los españoles, pues su aspecto desaliñado e indecoroso atenta contra el respeto que el lugar requiere, y menoscaba la categoría de la persona tipo que él representa.
Y aprovechando que el Manzanares pasa por Madrid (por aquello de evitar la referencia al Pisuerga), como español llamo la atención a la presidencia del Parlamento, la señora Batet, que permite que a las sesiones del mismo vayan los diputados vulgar y groseramente ataviados. No pedimos que vistan de Balenciaga, Vuitton, Armani o similares, pero sí con traje decente y corbata. Y si no cumplen una norma tan sencilla, que los ordenanzas no los dejen pasar, como en el Casino de Madrid. Entre otras cosas, porque incluso desmerecen los modelos que nos presenta la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, gran defensora de los menesterosos, aunque no se dé cuenta de qué es lo que, en economía, hay que hacer para que encuentren trabajo los sin empleo.
Tememos que la señora Batet no tendrá en consideración nuestra sugerencia, pues no se lo permitirán los de su partido y los adjuntos. Es una pena. Porque daría gusto ver las sesiones del Parlamento español con el decoro que se aprecia en los de otros países que se toman en serio qué hacen allí, y cómo se han de comportar. Como son muchos los parlamentarios, más de los necesarios, ya que para que todos los de un mismo partido voten lo que les manda el jefe con tres por partido sería suficiente,...
...y con uno por todos los pequeños cubrirían el expediente, hemos tenido hoy la ocurrencia de invitar a un trago a todos los parlamentarios, caso de que aparezcan vestidos correctamente, y como son muchos, hemos pedido prestado este botijo a los alfareros de Salvatierra de los Barros, pieza que se puso a la entrada de la población como ofrenda a los artesanos que dedican la habilidad de sus manos a fabricar unos artilugios tan útiles como los botijos.