Sin duda, hay gente magnífica
Quizá estamos obsesionados con el comportamiento de nuestros políticos en cuanto a la gobernación de la nación y, a la vista de lo que hacen y cómo lo hacen, nos vemos obligados a colgarles los sustantivos que sus acciones merecen complementados con no pocos adjetivos que redondean el encuadre en el que hemos de colocarlos. Y como hemos de generalizar, pues hay una importante masa tras ellos, –aunque en ocasiones hagamos salvedades– introducimos en el mismo costal a gentes de todo tipo y condición, de ambos sexos, de distintas procedencias, de edades variadas, con lo cual, naturalmente, hemos de caer en el pecado de ser injustos. Esa inclinación a generalizar está un tanto justificada cuando ahincamos en señalar a qué partido político corresponden, en que cofradías se mueven, quienes son los compadres que los acompañas, cuáles las ínfulas que los corroen, con quién les gustaría acostarse. En ese bandear suponemos que se nos significamos perfectamente y se nos entiende sin lugar a dudas. La pretensión es hacer todo lo posible para conseguir echar de los sitiales que indebidamente invaden a cuantos no merecen ocuparlos, y, complementariamente, embadurnar las aceras por las que discurren con el fin de que resbalen, pierdan el equilibrio y vayan derechos a las alcantarillas, que es el destino más adecuado en el que deberían residir.
La pretensión no es otra que limpiar de hombres protervos el panorama nacional. Incluso el internacional si es posible ampliar el campo de actuación, caso del tirano Putin, así como de bastantes otros que andan de acá para allá buscando su lucro personal de forma desmedida y a cuenta de los habitantes de los respectivos países.
En esa pesadilla que nos atosiga, frecuentemente se nos olvida recordar a los hombres buenos que plagan no pocos campos, pues los hay a porrillo por nuestra geografía y por el resto del globo terráqueo. Como decíamos, en algunas ocasiones, para distinguir a unos de otros, hacemos referencia a estos seres filántropos, benefactores, humanitarios que no se hacen notar, que ejercen su misericordia sin alharacas, que desde su rincón expanden su saber, su arranque, su fuerza, su voluntad para el bien de la comunidad, ya sea material, ya espiritual, ya de protectorado o de instrucción en los variados ejidos en los que esta se puede ejercer.
A Dios debemos dar gracias por ello, de vez en vez salen a relucir y cumplen una misión impagable. Y en este momento puntual vemos como surgen de todos los rincones del país, tengan más o menos bienes de los que tirar, sean más inteligentes y formados a tope o escasamente, su cultura se limite a la más modesta formación o alcancen cotas de perfección. Y en situaciones como la actualmente desencadenada por Putin, que ha decidido lanzar una guerra inmisericorde contra Ucrania, con cuya acción está destrozando el país, que ha sometido a las catacumbas a la población, que ha puesto en marcha una considerable columna de niños y mujeres huidos hacia otros espacios del mundo –de aproximadamente dos millones se seres hasta el momento–, los hombres buenos (varones y mujeres) se han arremangado, con toda la ponderación que en ellos cabe, sin que nadie les empuje, lanzándose al socorro posible con el fin de poder traer a la paz de España a niños desorientados y madres a la deriva, y llevar medicinas, comidas, ropas y amor a gentes agobiadas por la pérdida de sus bienes, hambrientas, con el dolor de dejar en la guerra a sus hijos mayores y a los compañeros de muchos años, sin saber si los volverán a ver.
Como decimos, hay mucha gente estupenda por las tierras de España. Mucha capacidad de ayudar a los necesitados. Muchos hombres y mujeres dispuestos a entregarse por los demás, por los que sufre, por los necesitados, por los que precisan consuelo y un abrazo. El abrazo y el consuelo son fundamentales para quien se siente inerme, indefenso, desamparado. Y mucho más efectivos que manifestaciones desorientadas y gritos desmedidos y ofuscados a la deriva.
Hoy nos acompaña un botijo en el que no es difícil apreciar una decoración un tanto confusa. Como nos sentimos en estos tiempos gran parte de los mortales. Pues es fácil perdernos pensando dónde está el lugar en el que vivimos, en el que siempre deseamos hacerlo, donde hallar los campos proclives a dar buenas cosechas o los que únicamente son propensos al baldío, analizando si disfrutaremos de cielos encapotados o gozaremos animosos con los rayos del sol que da vida. El artista que decoró el botijo probablemente se sentía un tanto confuso, perdido, buscando su futuro en un mundo que no tiene clara las ideas.