En la duda de si son galgos o son podencos
En la duda de si son galgos o son podencos
En cuanto tenemos oportunidad de subirnos a un estrado a soltar una filípica, aunque el estrado sea únicamente supuesto, es decir, una charla con unos amigos, normalmente no nos retraemos de hacer un comentario sobre un tema u otro de los que estén en candelero, por más que técnicamente no sepamos nada de él, seamos unos ignorantes totales en esa materia.
Igual nos mantenemos en el machito exponiendo nuestro punto de vista sobre el tema del cambio climático del que saben poco hasta los que se reúnen en los importantes concilios de los que salen las normas que nos imponen restando el medio de vida que llevábamos hasta ahora; si hablamos de qué es más aconsejable, ir con el coche a 100 km o llevarlo más alegrito a 120, podemos llegar casi a las manos cuando todavía los expertos en la materia no están seguros de cuando el coche consume más o menos, pues todo depende de un montón de las circunstancias que ha de salvar el vehículo en el recorrido; si está en el ágora el problema de la inflación que acogota a la población que ha de vivir con lo justo cuando no con menos de lo necesario, surge la discusión de subir o bajar los impuestos, pues unos sostienen que es preciso bajarlos para que el consumidor tenga más de dónde tirar, mientras otros, como la chillona Maria Jesús Montero, ministra de Hacienda, como un eco de su jefe Pedro Sánchez, defiende la postura del socialcomunismo de que los impuestos hay que subirlos ya que luego la Hacienda pública se ocupa de repartirlo –o gastarlo más, o mal, según opinan otros–; y no digamos qué puede ocurrir si los contertulios sacan a relucir la educación de la juventud, pues en este caso hay opiniones para todo, ya que se puede discutir hasta de si es más importante estudiar latín o entrar en la consideración de meter en los temas del sexo a los jóvenes dese la más tierna infancia, socavando los temas que llaman de género para deducir si nosotros, y la gente que nos rodeas, «entra en la profunda variación subjetiva que un individuo tiene respecto a su propio género, al margen de su orientación sexual o sus características sexuales biológicas»; naturalmente, los temas de charla o discusión pueden ser infinitos a poco que nos metamos en espulgar entre los argumentos posibles.
¿Qué estos temas no tienen una altura similar a la de los antiguos griegos...? ¡Y qué más da!, tampoco nosotros nos preocupamos de eso y, para discutir, nos vale cualquier tontería.
Uno de los temas que de vez en cuando salen a relucir es el de la conducción de vehículos. Hay algún cerebro de los que pululan por la DGT que considera que es preciso ir reduciendo la concesión del permiso de circulación a medida que se van cumpliendo años porque se van perdiendo reflejos y no sé cuántas cosas más. Las estadísticas, al parecer, nos dicen que un 15% de los conductores españoles son mayores de 65 años, envejecimiento que va paralelo a la población española. No obstante, es un colectivo que no produce un incremento significativo de siniestralidad, pues suple con prudencia y con conocimientos la –supuesta– falta de reflejos, aunque se considera el grupo más vulnerable al volante con accidentes mucho más graves. Lo que siendo lógico, no es matemático, pues el pasado año, al hacer un amigo las pruebas para renovar el permiso, con 92 años, le dijeron que el resultado era mejor que el de muchos jóvenes. Y como prueba, si retiramos de la conducción a los que van siendo talluditos, ¡de qué íbamos a comer si ellos no nos traen lo necesario de los lugares de producción, ya que los joven lo consideran un trabajo poco atractivo!
Parece que durante alguno de estos días ha habido una porfía de si son galgos o son podencos relacionado con lo de la velocidad y la conducción, cosa en la que se entretienen de vez en cuando en la DGT respecto a la velocidad de los coches, fundamentalmente ahora al tener en consideración que no se debe pisar el acelerador por encima de los 120 km/h para adelantar. ¿Qué hacen tan juiciosos cerebros cuando suben la Cuesta de las Perdices y por los dos carriles de la derecha van los pesados de la carretera? Volvemos a lo de siempre: hay que ser moderados en la conducción pero sin imponernos ir a una velocidad tirando a lo absurdo, como a 20 km/h por determinadas calles de Madrid. Igual se debe hacer con la edad de conducción. Tengo amigos que lo ha dejado a diferentes edades, y otros que conducen pasados los 90, y no son procaces a provocar accidentes.
La experiencia me dice que lo que habría que hacer era quitar el carnet a los que van a 160, a los que se cruzan de un lado al otro haciendo eses para adelantar unos metros a los que van a la velocidad recomendada, incluso a los que van a 60 por el carril del centro de las carreteras estorbando a todos los demás. A estos, que son muchísimos, no parece que les quiten los puntos, el carnet y la gorra, pues las carreteras están llenas de esos peligrosos majaderos que nos mantienen turbados.
Hablando del tema que tocamos hoy, no es raro que nos atrevamos a presentar esta pieza como un botijo, dado que únicamente se aprecia en ella una boca que debe usarse igual para rellenar que para beber el agua, lo que no debe resultar muy fácil. Pero como el que lo tiene en exposición para su venta lo califica como botijo, nosotros nos lo creemos y juramos que hasta las personas de más de 90 años son capaces de beber de él sin mojarse, si son españolas.
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