El batiburrillo
Publicado en el Nº 340 de 'Desde la Puerta del Sol', de 14 de agosto de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa
Probablemente nunca en España se ha dado un batiburrillo entre la gente que la puebla como en el presente. Bueno, no me refiero al pueblo en sí, que eso es otra cosa. En mi mente está en este momento la «clase»… –no sé qué titulación dar a esa clase–… la clase emergente que podemos llamar política, tramposa, acaudalada, que se mueve bien entre los manejos del Estado, antiguos magistrados, nuevos jueces, jóvenes recién salidos de la ESO o de alguna facultad con la carrera terminada o no, profesores de tres al cuarto, revolucionarios pijos, recientes propietarios de casas suntuosas, entre otros muchos.
Por otro se expone un amplio catálogo de supuestos descubrimientos y creaciones –que son más viejos que la Cuesta de la Vega madrileña–, junto con idealistas del progresismo –término indefinido por demás, ya que, por sí, solo indica avanzado en lo que sea– sin precisar con detalle por dónde ha de caminar ese progreso, aunque basan los planteamientos en lo más obtuso del pasado, en lo más desastroso habido para la sociedad y el hombre, de donde se han desprendido ya los laureles y los vítores de un tiempo pasado y apenas queda algún recuerdo en los estercoleros.
En este batiburrillo se pierden todas las buenas acciones, no las dejan emerger, echan encima toneladas de palabras inconexas que no dicen nada y sólo sirven para cambiar el sentído de las cosas. Palabras que, junto a las acciones que las acompañan, van degradando prácticamente todo, con lo que difícilmente se sostienen las virtudes que otro tiempo orlaban a las personas y las hacían educadas, honestas, generosas para con los demás. Como ejemplo tenemos que ahora el «tía» de la ministra de Igualdad es un saludo adecuado a esa altura de representación.
Y en ese amasijo en el que se produce un frangollo increíble, gran parte de los actores de los más importantes escenarios de la vida nacional se hartan de hacer jugarretas mediante las que obtener buenos beneficios, conseguir ir creciendo en el estándar social, y asentar su posición para tratar de machacar a los opuestos, culpándolos y llevándolos a los tribunales por delitos menos evidentes que los suyos. Y la rueda es enorme, de distintos niveles, pero siguiendo las mismas rodadas.
En estos días podemos ver cómo van surgiendo las tropelías de los últimos en llegar a la pista pero que han cogido las mejores calles para la carrera, y, ¡voto a bríos!, cómo han sabido hacer la carrera adelantando a todos los otros corredores aunque sea sacándolos de la pista, poniéndolos la zancadilla, dándolos un codazo. Pero como si el juez de pista está atento todo se ve y se descubre, en estos momentos están surgiendo por todas partes los trapicheos, el cambio de un sitio para otro de los dineros que se han movido fuera de la ley, se encuentran las trampas cometidas para obtener beneficios a título personal. ¡Y los cínicos lo quieren tapar vertiendo basura sobre otros!