Es importante, saber para qué vale cada quién
He de confesar que siempre que escucho que tal o cual persona ha sido nombrada para un alto cargo de la administración, desde presidente a los de tercera o cuarta categoría, incluyendo los asesores, los presidentes de sociedades estatales, los jefecillos de otras entidades más reducidas, y el largo etcétera de paniaguados que bailan en torno a ellos, sin olvidar los familiares que consiguen un buen puesto, y buen sueldo, me pregunto de dónde salen, y si encuentro currículos, empiezo desde el principio, desde que nacieron si es posible.
Porque uno, que durante toda su vida ha estado currando en la empresa privada y ha tanteado tanto por sitios muy variados, desde los más importantes hasta los más sencillos, ha advertido que normalmente en los puestos significativos se topa con gente de no poco estilo, amplia formación, conocimiento de la materia que trata y una experiencia en los negocios que no se adquiere ni en la Universidad ni después de un master de cualquier especialidad.
Por tocar otros sectores, que se lo pregunten a un médico que ha tenido que pasar muchas horas en un hospital antes y después de pasar el MIR, o a un general que se las ha entendido con graves problemas, y que ha tenido que ejercer no pocos cargos intermedios, o, volviendo a la empresa privada, el director de un banco que ha de reunir unas condiciones especiales en cuanto a personalidad, conocimientos, sicología. Incluso cambiando de actividad y formación, que le digan a un herrero cuántos martillazos ha tenido que dar hasta saber a qué temperatura ha de estar el hierro en la fragua para poderlo dominar y conseguir sacar, de una barra insustancial, las piezas que han de conformarlas rejas de un balcón, por poner un ejemplo que puede considerarse sencillo pero que tiene implícito un arte específico y nada fútil.
Y cuando lee en la prensa, o le comentan por la televisión, que este o aquella han sido nombrados para este o aquel puesto, incluso elegido presidente del Gobierno o ministro, sean de uno u otro sexo, inmediatamente intenta conocer el historial correspondiente para hacerse una idea de cómo podrá cumplir con el encargo que le encomiendan, quedando «pasmao» en no pocas ocasiones, por no decir en muchas. Y uno se dice: si para dirigir una empresa, aunque sea pequeña, se ha de ser avispado, atrevido, conocedor de la materia y del mercado en el que ha de meterse, ¿qué no debería conocer quien es nombrado ministro o presidente de Gobierno, por mencionar dos casos asintomáticos en la generalidad de hoy día? ¡Uf! A mí me produce dentera, pierdo el sueño más que Pedro Sánchez pensar al respecto, empiezo a dar vueltas al magín de por dónde lo podría meter mano,... y eso que tengo unos cuantos lustros de práctica en desenvolverme en ese campo que llamo la empresa privada.
Lo que me lleva a conjeturar qué pensará al sentarse en el sillón de mando toda esa gente que se hace cargo de una macro empresa –como podemos calificar a un ministerio– sin apenas formación ni práctica alguna, y por ende sin haber dado un palo al agua en su vida, saliendo frecuentemente de una deslavazada actividad llevada a cabo a través de su partido, donde la responsabilidad apenas ha existido y con el pensamiento encaminado únicamente hacia lo que es preciso hacer para seguir ganando mejores puestos.
Sin duda ese estado de intemperie es del que gozan no pocos de los que van ocupando puestos de primera a tercera clase en la Administración del Estado. Ello debe ser la razón por la que son incapaces de pensar sosegadamente por dónde han de tomar las riendas, de meditar sobre lo que el país necesita en cada caso, en cómo enfrentarse a los problemas con posibilidad de solucionarlos, de tomar las decisiones acertadas que en cada momento precisa el país.
No vamos a llorar, aunque la cosa lo merece. Vamos a armarnos mentalmente con la coraza de uno de nuestros antiguos caballeros que descubrían y conquistaban el mundo, con el yelmo bien encajado, la tizona al alcance de la mayo, y la rodela presta a defender el cuerpo que ha de mantener el combate. Y rezaremos. Aunque a algunos o a muchos nos les parezca arma importante. Rezaremos con la acostumbrada fe y esperanza para que consigamos pasar esta depresión tan pronunciada lo antes posible.