No es que seamos unos quejicas

No es que en estos momentos un gran número de españoles se comporten como unos quejicas. En absoluto.


​​Publicado en la revista El Mentidero de la Villa de Madrid (4/JUN/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Que más de la mitad del país no esté de acuerdo con lo que lleva el sanchismo haciendo durante seis años tiene que responder a algo que no gusta, que se piensa no se va por el camino adecuado, que las decisiones que se toman no son las apropiadas, que el talante de los políticos sufre muchos desvaríos, que estar pendientes de las ocurrencias de un solo individuo en un país que dice ser demócrata parece falsario, que un gobierno que atiende sin rechistar a los designios de un dirigente que cierra o pretende cerrar aquello que no responde a sus inclinaciones es, sin duda, negativo de la libertad que proclama como el mayor derecho del que gozas los habitantes,

No puede estimarse como quejicas a una gente que suma más de la mitad de la población de un país, en este caso España. A los que habría que sumar una importante parte de más de un tercio que no acude a dejar su voto en la urna.

¿Por qué no votan o votan a la derecha y extrema derecha según califican a Vox? Porque están hasta el moño de sus acciones, de su progresismo, del desfalco que hacen al Estado, de la prostitución en todos los aspectos de la vida, de la rufianería que están extendiendo hasta en los rincones, de la violencia en las calles, de los okupas, del despilfarro sobre los excesivos impuestos que aguantan los españoles, de las oscuras relaciones con Marruecos, del aguante de tanta inmigración desocupada y mendicante, del cobijo a tanto MENA (NNAMN=niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados), exclusivamente femenino, que son hacinados en hoteles o edificios de donde salen para ejercer el robo, la violencia y la violación con harta frecuencia,...

No es que seamos quejicas. Es que queremos vivir tranquilos en libertad, trabajar, estudiar y disfrutar de nuestro país sin que nadie nos imponga qué y cómo debemos comportarnos salvo en el cumplimiento de las normas justas y honestas de convivencia. Y, desde luego, que todo aquello que debamos aprender nos sea enseñado por profesores o personas documentadas, no por gaznápiros y catetos sin formación alguna; y que no sean ni palurdos ni lerdos quienes dirijan los designios de la nación aunque exhiban títulos que no alcanzamos a comprender cómo los han obtenido.

¿Está claro?

Pues a barrer la porquería, el fango en el que nos mete el «puto amo», pues solo admitimos seguir las instrucciones de quienes hayan demostrado saber utilizar la batuta para marcar adecuadamente los compases.