Para gobernar hay que saber
29/03.- En el momento presente todos los listos aseguran que venceremos al coronavirus. ¡Nos ha fastidiado! Pues claro. Eso lo saben hasta los niños. Lo importante hubiera sido actuar de forma adecuada para vencerla en el menor tiempo posible, no esperando a que la curva se estabilice y empiece a descender.
Publicado en el número 285 de 'Desde la Puerta del Sol', 29 de marzo de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Para gobernar hay que estar preparado, y saber
Dice el diccionario de la RAE, en su primera entrada, que gobernar es «Ejercer la dirección, la administración y el control de un Estado, ciudad o colectividad». Dicho así, todo bípedo puede meterse en ese lío de ejercer la gobernación de cualquiera de esos tres ejemplos que marca el diccionario, que se pueden extender ampliamente en toda la actividad practicada por el hombre, desde la dirección de una gran empresa hasta el noble trabajo que realiza una gobernanta de planta en un hotel.
Pasando al plano siguiente, para ir a buscar la persona que ha o puede ocuparse de la gobernación de un país, habría que valorar sus saberes y cómo los ha ejercido con anterioridad.
Si para dirigir una gran empresa necesariamente hay que buscar alguien enterado en lo que es la actividad de la misma, conocer las fases de fabricación, las cuestiones económicas del negocio, de cómo vender el producto, la forma de presentarlo más atractivo, etc.; si para ser gobernanta de un hotel es preciso conocer cómo se han de limpiar todos los elementos de las habitaciones, con qué productos, como se cambia la ropa de cama, las toallas, etc.; ello, salvando las distancia, nos dice que no cualquiera vale para todo, al menos si antes no se ha preparado concienzudamente para ocupar espacio pretendido.
Y si resulta que para gobernar un país teóricamente habría que saber de todo, no es posible sentar en la mesa de las decisiones a personas absolutamente ignorantes hasta el momento de ocupar la silla en los temas sobre los que ha de buscar soluciones y tomar decisiones.
A los que tengan que actuar sobre la materia de su profesión les resultará relativamente fácil, lo que no sucederá si la responsabilidad la tiene un iletrado sin experiencia alguna.
Y este es el problema que tiene España y que la ha llevado a no saber por dónde se anda en una cuesta demasiado pronunciada. Probablemente más del cincuenta por ciento –diríamos más, pero tampoco queremos pasarnos– de quienes ocupan los escaños del Parlamento y el Congreso se encuentran en esa situación, y lo único que les impele en sus manifestaciones es la ideología cazada al vuelo, pues ni siquiera la han adquirido del estudio.
Pero es que, además, después de tener los conocimientos hay que saber administrarlos y esto no se aprende ni en las aulas, sino con la experiencia. En esta hucha entran cantidad de personas que han recibido vara de mando. Empezando por quien ostenta la presidencia del Gobierno, bajando a la cuadrilla encargados de los ministerios, descendiendo hacia los asesores que la mayoría son comisarios de la ideología, y luego por todos los que hablan y proponen acciones y decisiones teóricamente en nombre nuestro, pues los hemos votado como nuestros representantes.
¿Dónde están las cabezas más notables del país? ¿A qué lugar han quedado relegados cuantos a lo largo de años se han dejado las pestañas en el ejercicio de su profesión, en saber defender los intereses de España en el extranjero, en los organismos internacionales? ¿Es fácil el ejercicio de la política? En absoluto, no basta ser un descarado mal vestido para tomar como pan de Dios sus manifiestos. Ni tomar como rosquillas del Santo las memeces que puede pronunciar un cretino en defensa de unos intereses espurios. Y, consecuentemente, hay que tenerlos bien puestos para decir no cuando llega el caso y hacer valer lo que mejor va a la comunidad.
En el momento presente todos los listos aseguran que venceremos al coronavirus. ¡Nos ha fastidiado! Pues claro. Eso lo saben hasta los niños. Lo importante hubiera sido actuar de forma adecuada para vencerla en el menor tiempo posible, no esperando a que la curva se estabilice y empiece a descender.
Y el problema ha sobrepasado a nuestros políticos. Por no saber hacer, por no tomar las medidas adecuadas en el momento preciso, por dar preferencia a una actividad política partidista sobre cualquier otro acontecimiento; y sobre todo, porque ni están preparados, ni saben y además se dejan guiar por una ideología bastarda que ya ha proporcionado bastantes muertes en el mundo, y va a sumar unas cuantas más en España.
No es cosa de seguir, pues no estamos capacitados para fijar actuaciones, y menos en este momento tan aciago. Reconocemos nuestra poquedad. Pero como remate recomendaríamos a toda esa gente que se ha aupado a puestos del Gobierno y de la Administración en sus diversos niveles, que empiecen a leer un poco, que las letras no queman.
Amén. Que no se asusten nuestros políticos, que no tenemos intención de invitarlos a cualquier malsano bebedizo en este botijo que el artista decoró con una calavera, o calaca que dirían nuestros hermanos mejicanos, en un momento de humor negro.