Un Gobierno inerte e incompetente
Es curioso observar cómo un Gobierno es capaz de mantenerse, aunque cada ministro obre por su cuenta sin responder a una línea general que del Consejo de Ministro debiera emanar, bajo la batuta de un presidente serio, equilibrado y convencido de a dónde considera debe ir el Estado para arribar a buen puerto, sin que el país anduviera desarticulado cada dos por tres. Porque eso es lo que ocurre en el presidido por Pedro Sánchez. Deberían aprender de Franco, aunque solo pensarlo les retuerza las entrañas. Franco decía a todo el mundo que no se metieran en política, como él hacía. Los asuntos se trataban en el Consejo de Ministros, se discutía todo lo que fuera necesario, y luego el jefe del Estado decía al correspondiente ministro: ¡hágalo! Y el ministro se ponía a la faena, daba periódicamente cuenta a Franco de cómo iba el asunto, sin apartarse de lo acordado ni un pelo.
En el momento de escribir estas notas, no hemos tenido la oportunidad de escuchar a Pedro Sánchez en el programa montado por TVE para que se luzca de cara al nuevo año político, programa que habrá aprovechado para hacer un canto a todo lo bueno que ha realizado durante su mandato, lo perfecto que van los asuntos de España en todos los aspectos y los grandes objetivos que espera alcanzar siempre que la oposición no tenga comportamientos en contra de la Constitución, como osadamente suele decir cuando es él quien continuamente actúa contra la ley de leyes.
Porque Pedro Sánchez suelta sus ideas y deseos de cada momento sin que tengan una continuidad con lo del día anterior, o el mes precedente; sus ministros andan más o menos a la gresca en cuanto a cómo se debe sacar adelante este o aquel proyecto, ya sea de subir el salario mínimo, ya de ajustar el precio de la energía eléctrica, y se tiran piedras en la prensa y sobre todo en los twitter; el ministro de universidades, como el Gobierno no tiene otra cosa que hacer, anda ocupado en la reforma de la ley que rige el funcionamiento de estas instituciones por aquello de poder bajar el nivel de los enseñantes, para que en vez de tener que ser catedráticos, «maestros» eminentes, pueda valer cualquiera como Pedro Sánchez o Pablo Iglesias por poner dos ejemplos de profesores que han pasado por alguna Facultad; la cuestión del covid sigue manga por hombro, el Estado se desentendió del problema, las comunidades actúan cada una intentando ajustándose a cómo van los contagios, el comportamiento de los paisanos de las mismas es notoriamente incivil, lo que impide que se corte la pandemia porque la autoridad del Estado no toma las medidas adecuadas; quienes con galones o estrellas actúan en el Ministerio del Interior andan enfrentados con un ministro (o viceversa) que cada día demuestra su incapacidad de ejercer la potestad que el cargo requiere y está a la gresca con los generales; y no seguimos porque no pocos de los que quedan son detritus que habría que eliminar dado que es supina e ignara la incapacidad de quienes ostentan los ministerios, el esfuerzo que hacen para llevarlo por buen derrotero no es excesivo.
En este Gobierno prepondera el verbo de su presidente que, como es sabido y hemos dicho anteriormente, es un personaje que carece de convencimientos sobre lo que hay que hacer salvo aquello que se le mete entre ceja y ceja. En consecuencia, navega cada día con una barca distinta por mares parecidos y tomando rumbos disímiles según lo que soplan los vientos. Y, en consecuencia, sus deanes son aficionados al batiburrillo al actuar, teniendo en cuenta que las ideas del presidente tampoco son luminosas y sí en muchas ocasiones perniciosas.
Que Dios nos acompañe. Que sea benigno con las atrocidades que lleva a cabo estos escribas que intentan introducir las nuevas normas de vida, estos sacerdotes del templo que creen haber descubierto una nueva Arca de la Alianza, estos fariseos amantes defensores de la interpretación de la Humanidad desde su óptica depravada y envilecida.
Nosotros somos partidarios de mantener la tradición aunque renovada al momento presente. Como el botijo que presentamos, que, sirviendo para lo mismo que el primero que hicieran los fenicios, el artista lo ha dado motivos decorativos distintos y lo ha esmaltado con productos de la época.