Hablando de unidad

A Pedro Sánchez no le preocupa que los españoles se separen, se enfrenten, bien con las diferentes formas de encajar la convivencia, bien con las lúcidas aportaciones de su cerebro o del de sus colaboradores como Yolanda Díaz.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 816 (26/OCT/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín semanal de LRP.

El Rey nos ha traído a colación, en su discurso de los Premios Princesa de Asturias, la necesidad de recurrir «a la unión, nunca a la división», si queremos reconstruir España como el país grande que fue en otro tiempo, pues no es recomendable seguir una política de separación entre la población, de odio entre vecinos, de rencores en la familia.

No cabe duda de que en cada uno de los discurso que el Rey pronuncia va soltando las recomendaciones que considera ha de hacer a los españoles para que se dediquen a mantener la unidad por más que, muchos, le escuchemos con oídos sordos y sigamos dando al tambor para que, como les ocurre a los canes, nos encolericemos y desperdiguemos en lugar de juntarnos como una buena jauría en persecución de la caza; por el contrario, los españoles, nosotros, debemos centrarnos en la unidad de todos los seres repartidos por la geografía de España, en romper con las milongas de quienes nos traen teóricas y novedosas ofertas progresistas que no aportan nada más que desunión, enfrentamientos de los que quieren todo sin hacer nada y los que poco a poco van arrancando avances en todos los campos, ya sean sociales, culturales, científicos, incluso deportivos.

Pero a Pedro Sánchez, el asaltador de instituciones patrias, no le preocupa que los españoles se separen, se enfrenten, bien con las diferentes formas de encajar la convivencia, bien con las lúcidas aportaciones de su cerebro o del de sus colaboradores como Yolanda Díaz, la planchadora como reza uno de sus motes.

Propósitos que están demostrando estos días, pues mientras esperan que los tenedores de los votos necesarios para que pueda ser investido presidente caen en el chantaje que admite, con el peligro de que él tropiece en la trampa que ellos tienden, cosa que está a la vista de todos.

Y con la tranquilidad que le acompaña siempre, como él mismo acaba de decir, suelta, con su gracejo nato, pero con intenciones alevosas, que «nadie sabe lo que va a ocurrir en los próximos cuatro años, pero España no se va a detener ante nada y ante nadie», para lo cual empieza por firmar un acuerdo con Yoli en el que se reflejan 230 medidas para ser desarrolladas en cuatro años, sin se hayan molestado en contar con nadie más, pues es un apaño entre los dos; ello, por supuesto, sin tener en cuenta la recomendación del Rey de tender a «la paz, el bienestar económico y social de millones de personas y la preservación de los valores democráticos que así lo exigen» pues taponan los oídos a lo que no sea los aplausos de su gente.

Porque su inconsciencia no tiene en cuenta aquello que no trata de promocionar sus personales ideas, como le sucede a Yolanda, encastrada en doctrinas obsoletas, y plantea sin valorar las consecuencias la reducción de la jornada laboral y la supresión de los vuelos cortos entre lugares donde el tiempo sea inferior a dos horas y media y siempre que exista una alternativa a través del tren, sin reparar que su manifestación puede resultar una bomba, y ha producido la caída brutal de la Bolsa en las acciones correspondientes.

Claro que, a pesar de su demostración de júbilo y regocijo, Pedro debería estar al tanto de lo que le puede pasar, pues tiene los pies en lugar resbaladizo, lo que le ha recordado Vicente Vallés, presentador de los informativos de Antena 3:

«El calendario avanza, pasa el tiempo y hay pocas noticias sobre el desarrollo de las negociaciones para conformar una mayoría parlamentaria que permita a Pedro Sánchez ser investido otra vez como presidente del Gobierno. Los negociadores se han bunkerizado y el oscurantismo es total cuando hace hoy tres meses, un 23 de julio, quienes celebraban los resultados de las elecciones en la madrileña calle de Ferraz daban por hecho que Sánchez había renovado su mandato.

Han pasado tres meses desde aquel día de que Sánchez llegó a la conclusión de que eran más aquellos que le querían en Moncloa y el PSOE celebró los resultados como una victoria a pesar de haber perdido las elecciones. Eso fue así porque la cúpula socialista daba por hecho que reuniría los apoyos suficientes para investir a Pedro Sánchez. Incluían entre esos apoyos a los diputados de Puigdemont y lo hacían con toda naturalidad, normalizando que un prófugo de la Justicia sea decisivo para formar Gobierno.

Hoy, 92 días después, se anuncia que quizá pronto se firme el acuerdo entre el PSOE y Sumar, [que ya ha tenido lugar] pero el pacto con los independentistas no parece tan inminente



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