Me has desilusionado, Yolanda
Me has desilusionado, Yolanda
Aunque a estas alturas de la vida uno ya está convencido de que es difícil que alguien diga algo nuevo, o al menos elaborado de una forma distinta, tú, Yolanda, en el mitin montado en el Matadero de Madrid el pasado viernes, no aportaste nada en la pobre prédica que regalaste al auditorio, pues repetiste lo que siempre desgranáis los de la llamada izquierda, y cuanto más a la izquierda estéis, menos original resulta la perorata. Hace la pila de tiempo que no surge ninguna mente que dé vueltas a lo que ha de prometer al trabajador para subyugarle. Hay atisbos pero la verdad es que siempre resulta más de lo mismo, girando como si fueran las aspas del molino que –no se puede negar– resultan preciosas contempladas en el paisaje, pero que solo son útiles para hacer girar la muela que convertirá la mies en harina.
En este arte del gobierno de los estados, con la participación de los ciudadanos en la búsqueda del bien común entre ellos, no recuerdo haber oído nada original, distinto, con enfoques novedosos, partiendo, desde la condicional exploración que han de hacer los individuos a bases filosóficas, humanas de por sí, teológicas, elaboradas desde y para la colectividad. Lo último que me suena es lo dicho por José Antonio Primo de Rivera durante el tiempo que tuvo para ello, entre el 29 de octubre de 1933 de su discurso del Teatro de la Comedia con el que saltó a la palestra política, hasta el 20 de noviembre de 1936, último momento de su vida. En ese breve espacio de tiempo, en una entrega sin descanso, aunque a salto de mata pues era interrumpido por la constante persecución a que fue sometido y tener que moverse dentro de un ambiente insoportable, fue creando un incompleto vademécum político que orientó a una juventud durante tantos años como permitieron el revoloteo producido con el encuentro con otras ideologías y la necesidad de levantar al país de la miseria y sacar a los españoles de la infelicidad que habían vivido.
Seguramente, Yolanda, no has tenido tiempo de echarle una mirada a las Obras Completas de este líder político. Te has conformado con lo que te contó tu papá de lo que había aprendido en el comunismo, más lo que has asimilado después, a través de los puestos políticos que sin descanso has disfrutado falta de sosiego, para formarte adecuadamente respecto al papel que quieres jugar ahora: promocionarte para la jefatura de Gobierno de esta España que entre unos y otros habéis llevado a lo más bajo desde la Segunda República, esa que espera alcanzar Pedro Sánchez, bien por ilusión de romper todo lo bueno que se hizo desde entonces, bien por creer que, dada su ignorancia, está convencido fue un tiempo de empaque en todos los sentidos aquél de las persecuciones, cambio de Gobierno cada dos por tres, asesinatos porque sí, robo de las reservas del Banco de España, y un etcétera que, si leyeras –¡qué vicio tenéis de no leer un libro!– podría documentarte de por dónde ha ido el país en sus distintas épocas durante noventa años, año más año menos.
A la vista de la compaña que tuviste en el Matadero de Madrid, y de la pobreza de tu soflama, chica, no te auguro un futuro político lleno de interés, plagado de victorias, henchido de bellos horizontes como lo hace el velamen del Juan Sebastián de Elcano cuando marea por los océanos. Con una tropa indocumentada, con un futuro por descubrir, ignoto todavía ya que, si no eres capaz de cambiar el sonido del timbal con unas buenas baqueas, difícilmente serás capaz de conducir a la pandilla y luego a la multitud.
Aunque no te gusten las milicias, ni los entes que las dirigen, deberías prestar atención a cuándo y por qué funcionan como deben en cada momento. Las huelgas y las manifestaciones conducen a las huestes por caminos desviados, sin rumbo fijo, situando la vista en semáforos erróneos como puedes ver en el partido político al que perteneces o en el que todavía estás, pues no sé si ya has cambiado o solo has dado un salto de casilla como cuando jubas de moza a la «rayuela».
Palabra, no sé qué recomendarte. Yo lo dejaría porque te vas a meter en un lío del que no vas a saber cómo salir y si lo haces no resultará portentoso. Liados como andáis en el Gobierno, con cada quién tirando para un lado sin saber qué ambiciona cada uno salvo conservar la bicoca de que disfruta, incluso estando a punto de ser despedidos de ese puesto en el que la mayoría todavía no han sabido cómo trabajar; tendríais que ataros muy bien los machos como hacen los toreros en su última operación de vestir el traje de luces antes de salir para la plaza a enfrentarse con el astado. Porque lo vuestro es salir de la plaza de toros, que es distinto, sin que os saquen a hombros como espera el torero.
Sabemos, al menos los que tenemos algunos años, que el botijo era una pieza fundamental en la cuadrillas de los toreros. Un trago después de una buena estocada sabía a gloria. Y viajar con él, en lo alto del coche para que se refrescara, era imagen normal cuando los toreros tenían que recorrer las carreteras de España por la noche, de una plaza a otra, en sus buenos tiempos. En ese recuerdo de lo que era la fiesta por excelencia, traemos el botijo que no olvida en ningún momento el mozo de espadas de la cuadrilla de Morante de la Puebla.