Iba a ser adiós...
Palabra. La intención, al llegar a la meta de poner en la cabecera de esta modesta publicación el 500 correspondiente a los números publicados, pensábamos dar fin a un largo recorrido. Iba a ser un adiós definitivo, pues suele ser cansada la perseverancia, sobre todo con lo ingrato que es ver cómo, de vez en cuando, alguien, o algunos, lanzan la piedra, sin enseñar la mano, que bloquear la distribución de los escritos, o produce daños en el ordenador para impedir sigamos exponiendo libremente la opinión que, sobre España, nos produce el ambiente que reina en el país, así como el ejercicio de la forma de gobernar que llevan a cabo los que ocupan el poder.
Somos partidarios de la libertad con orden, de la libertad en la que se pueda exponer los criterios propios, la libertad de los grupos que han sido capaces de elaborar conceptos que sirvan para la convivencia entre hermanos, la libertad en el disfrute de la vida sin coacciones ni amenazas, la libertad del ejercicio de la actividad que permita vivir a todas las clases sociales de acuerdo con sus deseos e intereses, contando para ello con una gobernanza que lo haga posible, sin que se impongan individuos con ideologías nocivas que impidan la manifestación de todo ello e impongan normas que quiebren la libertad que traemos a cuesta desde el momento de la concepción.
Una libertad, repetimos, con orden. Es decir, una libertad conceptual y operativa junto con una alta responsabilidad. O como diría Platón en su República, una libertad de concepto, en la que debe haber un amplio consenso como representante de una condición positiva de la libertad entendida como autodominio racional. De forma que una persona es libre si sus deseos racionales dominan sobre sus deseos irracionales y determinan sus acciones. Como igualmente una ciudad es libre cuando se da el caso de que el estamento más racional domina sobre los estamentos irracionales y determina la vida política y social.
En esos caminos deseamos andar libremente, sin que nos impidan hacerlo. Pero cuando te encuentras con barreras impuestas con mala fe y violencia para impedir puedas continuar la ruta, el desánimo actúa de carcoma y poco a poco pierdes la ilusión.
En esas andábamos. Pensando en cómo decir «adiós». Apenas lo habíamos comentado con algunos amigos que inmediatamente nos pidieron que no nos rindiéramos, que continuáramos, que el esfuerzo no era baldío, que siempre serviría de apoyo a algún lector, empujándonos a que no dejáramos que esta «Puerta del Sol» decayera. Tras meditarlo, plegamos nuestros deseos y aceptamos seguir, en la esperanza de que pueda ser útil y servir de alguna forma la experiencia de la que habla Gerardo Hernández a continuación, colaborador y amigo, ya que, estamos convencidos, no se debe romper la vocación que nos transmite la fotografía que llevamos siempre en nuestro interior de besar la bandera de España.
Por ello, con sosiego, hoy traemos a nuestra vitrina un elegante botijo de ambiente mediterráneo, de barro decorado estilo Guadiaco, de los alfares de La Rambla, Córdoba. Sin duda su contemplación da serenidad y placidez, lo que nos inclina a comentar que nuestro «hasta luego» empezará mediante un Desde la Puerta del Sol un poco cambiado y de irregular aparición, pues sin que ello sea un canto a la anarquía, igual sale varios días seguidos que da algún salto entre fechas. Con ello queremos evitar que se acumulen en un solo número más artículos de los que apetece leer en una sentada.
Hasta luego, pues.