La «espantá»
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
La práctica de «la espantá» es asunto que hasta ahora era adjudicado casi en exclusiva a los toreros. No han sido demasiados, pero sí algunos, los que, a lo largo de la historia de tan noble arte, al ver la jeta o los modos del morlaco, plantaban la muleta y decían que lo toreara su padre.
Entre ellos son famosas las plantás de Curro Romero que olía el peligro en cuanto echaba encima la vista al toro, o Rafael «El Gallo» que decidía si era de su agrado o no el bovino, aunque la más famosa se le adjudica a «Cagancho» quien incluso mereció los siguientes versos: «Y parece mentira que, / para coger a Cagancho, / faltó cuatro regimientos / y un batallón de guardias de asalto».
¿Qué quién ha hecho recientemente una espantá remedado a los famosos toreros? ¡Quién va a ser! El que poco a poco va tomando el hacer de innumerables personajes que la historia de España ha ido pariendo a lo largo de los años, si bien con menos gracia.
Asalta diligencias como el Tempranillo, aunque con sistemas modernos, como un Diego Corrientes intenta quitar al rico para dar al pobre aunque en este caso se queda con lo sustraído, engaña con el toco mocho, te ofrece un billete de lotería sin premio convenciéndote de que ha caído en ese número el gordo, etcétera.
Sí, el que estás pensando, Pedro Sánchez. Hizo la espantá en el español Congreso de los diputados, largándose por el foro del hemiciclo sin aviso previo. Tal acción la llevó a cabo cuando su ministro de sanidad terminó el discurso que debió pronunciar él, dejando plantada a la oposición al iniciar ésta su exposición en relación con la toma de la medida más excepcional de los cuarenta y cinco años de democracia, en un desplante vergonzoso, despreciando lo que cada uno de los partidos de la oposición tuvieran que decir al respecto.
¿Qué por qué lo hizo? Sábelo Dios. Quizá porque no quería que se le notara que dicha propuesta de terminar con el virus covid era una trampa más que tendía a los españoles, o porque tenía en mente ir a pasar los días de ocio que ofrecía el puente de «Todos los Santos» a uno de los lugares del Patrimonio Nacional que tanto gustan a él y a la familia, o porque quería celebrar con Begoña la adjudicación que la había hecho la Universidad Complutense de la dirección de una nueva cátedra sobre transformación social sompetitiva, dentro de la agenda 2030 de las Naciones Unidad que desarrolla el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias.
En dicha cátedra se tendrán en cuenta herramientas pedagógicas investigadoras en el campo sociológico, contando con el apoyo de tres instituciones dependientes de Pedro Duque y una de Teresa Ribera; el precio de matrícula se eleva a la nada despreciable cantidad de 7.000€ y los alumnos, para cursar y obtener ese máster, han de contar previamente con título universitario cuando la directora, Begoña, no tiene ninguno. Adjudicación que no tiene buen tufo.
Quizá la espantá de Pedro Sánchez no respondiera a ninguna de esas suposiciones, sino que con el desplante quería demostrar a todos los diputados que, a pesar de que los desprecia profundamente, le iban a aprobar la propuesta, en lo que acertó con las presumibles salvedades del «no» de VOX y la abstención del PP, por más que muchos de sus votantes pensaban que también debería haber votado un «no».
Ahí tenemos a Pedro Sánchez, con su espantá y sin que se lo llevara la «autoridad» detenido por no haberse enfrentado con el toro. Él ya es todo. No necesita a nadie. Hará lo que le plazca. Hasta que los españoles se cansen, en lo que suelen acabar siempre estas actitudes.