Los «allegados»
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Siendo una palabra tan sencilla, que hasta ahora no había producido ningún disgusto, a partir del momento en que ha sido tenida en consideración para señalar a unas personas que podrían tomar parte decidida en los desplazamientos, agrupaciones para festejar las fiestas navideñas y otros menesteres comprendidos en las normas que ha dictado el Gobierno de la nación al respecto, ha saltado como la yesca y ha ocupado el primer plano en cuanto a su interpretación.
Da la sensación de que el Gobierno, o el redactor de la norma, no tuvo en consideración que hay que hilar muy fino cuando se utiliza una palabra para autorizar o prohibir algo mediante su uso. Eso lo deben tener muy en cuenta los legisladores y quienes han de emitir una sentencia, ya que, siendo el español rico en palabras, lo es todavía más en las acepciones que cada palabra puede tener según el sentido que se la dé en el entorno en el que se la sitúa. Lo que, en general, no se tuvo en cuenta en el caso que nos ocupa.
Ni siquiera el ministro de Sanidad, Salvador Illa, licenciado en Filosofía para mayor inri, quien definió como «allegados» a «Una persona que, aunque no tenga un vínculo familiar en el sentido tradicional, sea una persona con la que tenemos una afectividad especial». ¡Uf!, qué amplio parece. Y lo es. Por lo que podía haberse evitado incluir a los autorizados posibles en un término que incluye a todo individuo de ambos sexos.
Claro que si nos aproximamos a lo que soltó la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, que estudió en el colegio de las Madres Escolapias –¿se lo cerrará ahora con la ley Celáa?– y en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra, licenciándose en Derecho por la Universidad de Sevilla y doctorándose en Constitucional por la Universidad de Córdoba, además de ser profesora titular en esta misma materia por dicha Universidad, en una entrevista en Radio Nacional de España, la cosa se pone más difusa ya que consideró que no tenía sentido hacer debate de las medidas adoptadas, ya que la pretensión es moverse lo menos posible, y que lo expuesto en la norma impuesta a los españoles «se entiende bien en castellano».
Todas esas lumbreras no andan bien en el idioma del país, y empezando quizá por Nebrija hasta llegar al último académico de la RAE, saben, según el diccionario del que son responsables, que se dice «allegado» a:
1. Cercano o próximo en el espacio o en el tiempo.
2. Dicho de una persona. Cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza; y como agregado de Chile.
3. Dicho de una persona. Que vive transitoriamente en casa ajena, por lo común sin ser pariente del dueño.
Si acudimos a los sinónimos de la palabreja, encontramos los siguientes: familiar, pariente, cercano, próximo, inmediato, secuaz, simpatizante, seguidor, partidario, leal, y también: afín, consanguíneo, deudo, hermano, parcial, partidario, prójimo.
Total, que nuestros controladores en el tema de la pandemia –y en no pocos otros casos más–, al soltar tranquilamente a los «allegados» como favor especial a unos cuantos españoles más para que se escurrieran de las obligaciones impuestas con el fin de ir a unirse a los amiguetes en alguna cena o comida navideñas, lo que hicieron fue abrir el grifo con carácter general, complicando no poco a la Policía Nacional y a la Guardia Civil para que actuaran eficazmente en el sentido de evitar las reuniones familiares y de amigos, aunque quedasen limitadas a seis o diez comensales.
Aunque, cabe pensar, quizá este desliz en cuanto a la palabra empleada en el caso que nos ocupa pudiera ser como ejemplo de las que se piense utilizar para soltar a los malhechores que están recluidos en las prisiones por haber contravenido las normas que nos hemos dado con carácter general para que, por igual, puedan ser aplicadas a todos. Es decir, que retorciendo las palabras usadas en la calificación de los delitos, o las utilizadas por los magistrados en las sentencias, se puedan abrir puertas para que salgan victoriosos dichos penados que, según lo previsto, deben cumplir las sentencias a las que fueron acreedores.
No obstante, la mano blanda del Gobierno y los compromisos contraídos para conseguir sus fines, están dando motivos para que los perjudicados por las acciones llevadas a cabo por otros individuos sientan dolor e indignación al ver cómo día tras día van siendo modificadas las sentencias contra los asesinos de ETA, acercándolos a sus lugares de origen y soltándolos a la primera de cambio para que sean recibidos con honores por los de su pueblo.
Además de tener el Gobierno como amigos a los asesinos excarcelados, más otros que debieran haber pasado por el saco, con auténticos abrazos de «allegados». Individuos que no han renunciado ni un ápice a sus proyectos de futuro y a los actos que llevaron a cabo, lo que exponen cuando les place, como es el caso del señor Otegui que ya anuncia incluso un «referéndum por la república de Euskadi».
No van a ser normales estas Navidades. Ni aunque pensemos como normales unas Navidades que se celebran al margen de su origen: la conmemorar del nacimiento del Hijo de Dios. La pandemia del covid ha trastornado la convivencia de todos los seres del globo terráqueo en estas fechas tan señaladas; pero, además, en estas tierras en las que el Nacimiento y los villancicos se veían y escuchaban por todas partes, los nuevos tiempos, junto con las viejas ideologías destructoras, han creado un ambiente poco atractivo, aunque nadie renuncia a disfrutar de un tiempo de ocio.
Nuestro botijo de hoy lo traemos convertido en el pesebre de Belén, aunque la Virgen, José, el Niño, la vaca y la mula estén muy apretados. Así no pasarán tanto frío.