Los ministros contra el Gobierno
4/05.- Los días de precampaña, junto con los de campaña, han resultado vulgares y groseros por demás. Falaces hasta la saciedad por parte de la izquierda ramplona, provocadores y toscos, insultantes y humillantes.
Después de una semana llena de inquietudes debido, a pesar de nuestra penuria y modestia, a la preocupación que nos produjo alguien que debía considerarnos nocivos y molestos para los intereses que defendía, tan distinto de los nuestros, volvemos a la palestra precisamente en la fecha en la que tiene lugar la «fiesta de la democracia» –que diría algún simplón majadero de profesión–, es decir, el día en el que ha de tener lugar el voto para la designación de la persona que durante cuatro años –¡o solo dos!– debe ocupar la presidencia de la Comunidad de Madrid, y por tanto dirigir los destinos de una parte de españoles frente, o en proximidad, de quien pueda ocupar la presidencia del Gobierno del país, tan tambaleante en los últimos tiempos, tan inestable y tan perjudicialmente representado.
Los días de precampaña, junto con los de campaña, han resultado vulgares y groseros por demás. Falaces hasta la saciedad por parte de la izquierda ramplona, provocadores y toscos, insultantes y humillantes con cuanto adjetivo encontraba gente tan pedestre e incapaz de presentar un programa a tenor con las necesidades del país. Dándose el caso curioso de que Pablo Iglesia atacase al Rey por no condenar la «violencia fascista» de la derecha, cuando él apoyaba la violencia que se producía contra VOX como no tuvo más remedio que admitir que, un detenido por pegar a agentes en los enfrentamientos de Vallecas, estaba contratado por su partido.
Y la provocación y desafío terminó, el día 1 de mayo, «fiesta del trabajador», fiesta que empezó con las mismas o parecidas bravatas. Y así pudimos escucharlos cómo pedían la habitual retahíla de dádivas de siempre para el trabajador, con la desfachatez de que, ni UGT ni CCOO, han manifestado el más mínimo esfuerzo ni mostrado la más mínima preocupación durante todos esos meses de pandemia para ayudar a cuanta gente tenía que abandonar su trabajo; nada, ni un gesto para encontrar medios –como no pocos los hallaron con menos medios para obrar– para que pudieran comer las familias que quedaban en la miseria; simplemente se han dedicado, como siempre, a medrar del Estado, pero sin atender una de sus principales misiones a favor de los sin pan. Peticiones que derrochan ahora en Madrid contra la candidata Isabel Díaz Ayuso; por más que, siendo el Gobierno de la nación quién tiene que asumir esa responsabilidad, se ha dado la desfachatez de que en esas manifestaciones participaban seis ministros –incluido la ministra de trabajo–, además de la vicepresidenta primera. Manifestación que contaba con el acompañamiento de las banderas de UGT y CCOO, más la de la segunda República, colores que también exhibió ese día, en algún momento, Pedro Sánchez en la mascarilla que portaba.
En estos momentos, amigo lector, desconocemos qué datos irán a salir de las urnas. Pero el futuro de Madrid, y quizá el de España, está en esos contenedores de plástico. Y los autores serán los madrileños, para bien o para mal.