¿Qué pasa con los migrantes?
Publicado en el Nº 343 de 'Desde la Puerta del Sol', de 25 de agosto de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa
Últimamente no sabemos qué sucede con los migrantes afros. Apenas leemos u oímos respecto a alguna patera que hace su aparición por Canarias, otras veces que la Guardia Civil se ha topado sin darse cuenta con otra que andaba de paseo por el Estrecho y por despiste habían tomado la ruta de Almería, o que un grupo de negros o marroquíes yendo para su casa habían saltado una cerca de alambre que había surgido por arte de magia.
Nada, parece que este tema lo tienen resuelto, aunque más es de creer que lo mantienen oculto para no complicarlo y mezclarlo con el Covid-19. Porque, según en ocasiones en las que, al parecer, se les escapa controlar, no pocos migrantes –¿o estos ya son inmigrantes por estar metidos en la Península Ibérica? Pérez Reverte opina al respecto que «Respondiendo a numerosas consultas sobre lo que dicen teles y diarios: escribo migrante para persona, animal o vegetal que deja su lugar habitual y se instala en otro (migraciones, migrar). Para quien llega a algún sitio, inmigrante. Para quien se va de algún sitio, emigrante»– están empleados en la recolección de la uva, los tomates, los melones, o lo que sea por Cataluña y Aragón, y han hecho subir las cifras de contaminados de forma notoria, con el peligro de que los infectados transmisores del virus son incontrolables, difíciles de localizar y más difícil todavía dotarlos de lugares adecuados donde vivir y pasar la pandemia sin que se escapen.
Eso aparte de los jóvenes «menas» encerrados en determinadas residencias pero con posibilidad de escaparse cuando quieren, que cometen desmanes a diario, violan en grupo a mujeres a discreción, y tienen barrios enteros atemorizados. No vamos a entrar en que es tremendo el hambre que hay en África, los problemas que existen para las familias en el Oriente Medio y toda la inmensa tragedia de una población a la que falta la comida, el trabajo, y le sobran guerras, bandas de desalmados haciendo pillaje y revoluciones. Pero España no puede correr con la invasión que está sufriendo. Si no tiene capacidad para dar de comer –y menos ahora con los encierros por causa de la pandemia– a su población nativa, difícilmente podrá admitir a una población foránea que lo necesita todo, desde la comida hasta el lugar donde vivir.
Es lamentable, pero habrá que tomar el problema en serio, y si hay que enviar a los migrantes a sus países de origen, con todo el dolor del mundo, será preciso hacerlo. O convenir con George Soros para que, con el dinero que se gasta en Amnistía Internacional y otras bagatelas, funde un país en África, en Australia, en Nueva Zelanda, o donde haya sitio deshabitado de sobra, y si no le dejan constituir un país puede hacer una o mil fundaciones como las que crearon los jesuitas en Hispanoamérica en tiempos de la conquista, desarrollando ciudades con colegios, universidades, etc. para que vivan y prosperen todos los desahuciados del mundo. Y que a España vengan solo aquellos que podamos asimilar y que a su vez ellos quieran adquirir los usos y costumbres autóctonos, y se integren con los naturales del país. Si vienen para constituir un reducto de sus países en el nuestro, mejor que se queden en el lugar de origen.
Lo dicho: no nos gusta que nos oculten qué sucede con los emigrantes, pues es un problema notable para España. Ni consideramos adecuado tener encerrados a los «menas» en residencias hasta que cumplan la edad laboral para soltarlos e incrementar con ellos el número de errantes sin ocupación ni lugar donde dormir.
Es doloroso hablar del tema. Pero si no se soluciona el problema se irá extendiendo más entre los naturales de España con lo cual la bola se incrementará hasta volúmenes insoportables.