Pedro y la medalla de oro
¡Toma ya! Como nadie le cuelga una medalla, la busque donde la busque, visite a quien visite para obtenerla, se la ha adjudicado a sí mismo, él solito y acude a la televisión para imponérsela ante todos los televidentes que son una burrada de cantidad, una amplia representación de la ciudadanía española.
Hablamos, claro está, de la medalla que se ha adjudicado Pedro Sánchez, de oro nada menos, por su gestión en el covid19. Seguro que la anduvo troquelando el pasado año en La Mareta en los ratos libres y terminó luego en el Parque Nacional Doñana.
Pero, precavidamente, probablemente no le pareció oportuno sacarla a relucir dado que se habían pospuesto al año 2021 los Juegos Olímpicos, y de concederse la medalla entonces habría resultado un cante para ser interpretado por todos los flamencos del país. De esta forma, en plena celebración de la Olimpiada, se pone a la cabeza de los esforzados españoles una vez más, pisoteando, en este caso, desvergonzadamente, a los que se están dejando sus sudores, sus esfuerzos, y una dedicación de horas, días y meses a prepararse para competir con otros que aspiran a las mismas medallas.
Pedro Sánchez se la adjudica sin haber hecho el más mínimo esfuerzo, sin practicar debidamente sus obligaciones ni entrenarse para ganar en el buen gobierno, sin respetar el esfuerzo de sus paisanos en la especialidad que dice haber conseguido el galardón, sin haber intentado alcanzado pasar unos milímetros marcas anteriores, como todo buen deportista...
Ni siquiera ha debido mirar en los telediarios los gráficos comparativos que nos presentan sobre cómo andan los asuntos de España y el resto de Europa al respecto, e incluso con otros países del mundo. Si se hubiera molestado en mirar a «su» televisión, a la que manipula a discreción y exprime para sus sermones, habría observado que el color más aciago respecto a cómo marcha la pandemia domina en este dolido país con tono mucho más oscuro que el que asignan a otras naciones, lo que simboliza claramente que si no vamos a la cola falta un pelín.
¡Qué carencia de vergüenza es la que planifica a este individuo! ¡Qué impúdico es este Pedro Sánchez! Hacía tiempo que no surgía nadie en la política española con este descaro, esta golfería, tan obsceno y lujurioso, pretendiendo engañarnos como si fuéramos idiotas de nacimiento, imbéciles de doctorados como el suyo, lelos por vocación, pasmados gracias a las enseñanzas de los planes de educación similares a los de la ilustre ministra Isabel Celaá, a la que Dios perdone todos sus desmanes.
No nos tiene ningún respeto. Y nos suelta las necedades que se le ocurren, o le sugieren, como a toscos catetos de aquellos que el Frente Popular manejó años atrás, olvidando que los cuarenta años olvidados –borrados del calendario a todos los efectos– elevaron el nivel de los españoles en todos los aspectos, y ya no son tan crédulos como entonces, aunque queden unos cuantos, más de los necesarios.
Como Pablo Casado, habrá que decir que en este tiempo ha conseguido: «Medalla de oro en destrucción de la economía, plata en mortalidad covid y bronce en desempleo». O sea, que se puede subir al podio de las vacaciones lleno de orgullo por haber superado esos tres deportes en los que ni se ha enterado de lo que pasaba durante el periodo de tiempo que ha ocupado indebidamente el Gobierno, y hasta podemos decir que ilegalmente durante una parte.
Dicen que hoy se ha ido a descansar de su ajetreado vagabundear por el mundo. Probablemente le acompañen los documentos y libros donde aparezcan las reflexiones de su antecesor y admirado Manuel Azaña. Nos alegraría aprendiera aquellas palabras que dijera en algún momento: «Si cada español hablara solamente de lo que entiende, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para el estudio».
Que se complementa con otra cita de Cicerón, en la que nos asegura que «todos los hombres pueden caer en un error, pero solo los necios perseveran en él», le llevaría a darse cuenta de que, por muy listo que se crea, carece de las dotes para el buen gobierno que le recomendaría Maquiavelo, lo que le impulsaría a dejar en mejores manos la presidencia del Gobierno, y dedicarse a lo que tanto le gusta, a viajar, aunque ahora no pudiera disponer del Falcon y el helicóptero.