Pedro, no podemos fiarnos de ti…
13/MAR.- No sé, Señor, si todas las medidas que se están tomando son acertadas o se están llevando de forma alocada por no saber exactamente qué es lo que hay que hacer.
Publicado en el número 278 de 'Desde la Puerta del Sol', 13 de marzo de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Confieso que me encuentro entre la población española a la que más le puede afectar el coronavirus por razón de edad y, consecuentemente, por sus frecuentes relaciones con la medicina, dado los variados problemas que soporto de salud, que voy venciendo gracias a las muy variadas píldoras que tomo de todos los tamaños y colores.
Al coronavirus y a cualquier aire de los que entran en la Península Ibérica por uno u otro punto de la rosa de los vientos. E incluso a no pocos vientos nacionales. Y como confío en Tu bondad, Señor, no me agobio, miro para delante, trato de hacer las cosas de buenas maneras, y procuro ayudar a los demás a que lo hagan de forma parecida.
Me agobió mucho más la cháchara de Pedro Sánchez durante unos veinticinco minutos, leyendo todo lo que a él –y suponemos que a los ministros– se les ha ocurrido para solucionar los problemas en los que se encuentra metida España.
¡Largo me lo fiáis! habría dicho Don Juan al escuchar tanta promesa y tantos remedios como va a poner en marcha para solucionar todos los males que pronostica se van a producir; y ese punto es en lo único que no marrara. Cabría decirle al aguantar toda su lectura, que «el papel todo lo aguanta» como respondió nuestro Carlos V cuando anduvo en batallas con Francisco I de Francia y este le mandó un escrito declarándole la guerra.
Cierto que el coronavirus se ha plantado inesperadamente, pero no es menos cierto que todos los dirigentes del mundo lo han tomado con tranquilidad, han sido incapaces de actuar en su momento, y probablemente no han tenido en consideración a quienes saben de estos temas, o sea a los médicos.
No sé, Señor, si todas las medidas que se están tomando son acertadas o se están llevando de forma alocada por no saber exactamente qué es lo que hay que hacer. Y de todos los remedios prometidos para ir solucionando los males que se van a desprender, no me fío un ápice de los que han salido de la verborrea del presidente del Gobierno.
Solo me quedo con una breve expresión: hemos de comportarnos con «responsabilidad y disciplina social». Y eso porque fío más en la organización social del país que en la que nos quieren endilgar los políticos de los que disfrutamos. Porque o viene mal mirar hacia atrás para comprobar si las promesas hechas en situaciones anteriores fueron cumplidas en su totalidad o incluso en parte.
Ahí tenemos cómo no se han solucionado todos los problemas del terremoto que desoló a la ciudad de Lorcaen 2011; y más cercano nos encontramos con la ruina que llegó a no pocos lugares de España a través de las lluvias torrenciales y vientos arrasadores que padecieron, ya que quienes los sufrieron todavía están esperando las indemnizaciones prometidas, pues se están poniendo todo tipo de pegas de quién debe correr con las ayudas, si los seguros, la Administración central, la autonómica o los propios ayuntamientos.
En todos esos años que he ido disfrutando de una vida más o menos placentera, seguida de los males que aquejan cuando vas cumpliendo años, no han sido pocas las ocasiones en las que he podido comprobar cuán olvidadizo es el hombre, cómo va dejando atrás las promesas pronunciadas en momentos importantes sobre todo para quien ha de ser beneficiario de las ayudas para poder reiniciar su vida destrozada, con qué alegría se ofrece lo que no se tiene o se pignora lo que es imposible cumplir.
Y eso es lo que he llegado a deducir del largo alegato de Pedro Sánchez: no preocuparos que yo solucionaré todos vuestros problemas. Mal le irá al que fie en esa ofrenda y de ella se fie sin pensar en arreglar sus problemas con el esfuerzo personal; eso sí, tratando de arañar donde pueda.
Parece ser que, incluso, el gobierno ha diseñado un plan en el que cuenta con las unidades del Ejército para colaborar en las labores de refuerzo para que se lleven a cabo todas las medidas que se tomen para que el ciudadano se quede en su casa, se suspendan todas las actividades privadas, etc., con el fin de que no se expanda más el coronavirus.
En este caso se nos ocurre pensar: ¿por qué no hizo lo mismo durante la sublevación catalana, a la vista de la guerra de guerrillas originada en Barcelona y otros lugares de la región catalana, con importantes daños para la colectividad y el patrimonio nacional?
Dice Pedro Sánchez que nos esperan unas semanas difíciles, sin duda. Nos lo creemos.
Aunque mi ignorancia en cuestiones médicas es absoluta, casi tanto como la de Pedro Sánchez, me llama la atención la barahúnda que se ha montado con el coronavirus si tenemos en cuenta que en un año normal padecen –según la OMS– entre 250.000 y 500.000 personas algún tipo de gripe en el mundo, en las que mueren el 60% de la población de más de 65 años que padece esta enfermedad, evitándose el fallecimiento de 37.000 personas por el solo hecho de haberse vacunado.
Por otro lado, las estadísticas españolas del periodo 2018/2019 dicen que padecieron gripe no grave ni infecciosa 490.000 personas; 35.300 estuvieron hospitalizadas; 2.500 tuvieron que pasar por unidades intensivas; falleciendo 6.300, alcanzando el 54,2% a los mayores de 64 años.
Si los datos que nos pasan es que el coronavirus ha alcanzado hasta el momento a unas 130.000 personas, con 4.700 muertes; y donde nació el virus, en China, hasta el momento 80.932 con 3.100 fallecidos, da la sensación de que se debería haber actuado con más seso, y mayor profesionalidad y seriedad.
Por otro lado da la sensación de que el Gobierno de España estuvo mareando la perdiz para que el festival del 8-M –día del feminismo, como sabemos– tuviera todo el empujón que esperaban. Tanto es así que, según manifestó Pedro Sánchez como si se cayera de un árbol, en la noche del 8 al 9, por arte de magia, se duplicó la cifra de afectados por la enfermedad.
La ideología estuvo por encima de la vida de los españoles. Y se perdieron unos días preciosos para adoptar las medidas adecuadas. Por ejemplo, todo el mundo se extrañaba que, cuando en cualquier país del mundo se verificaba las condiciones en que llegaban los viajeros de Roma –u otros puntos de Italia–, en el aeropuerto de Barajas, ante el asombro de propios y extraños, no se ejercía ninguna acción sobre los viajeros que arribaban en los 60 y 100 vuelos diarios.
El botijo que nos acompaña hoy es tradicional por los redondos costados, pero tiene la particularidad de que una parejita de enamorados nos comunica que no tengamos demasiado temor en darnos la mano si nuestra salud no nos indica que hay que tomar alguna precaución.