¡Qué tropa...!
No es que nos apetezca entrar en el cotilleo de las revistas del corazón, ni en el tú más que yo o yo menos que tú, pero cuando se trata de tener en consideración dónde van nuestros impuestos, si son empleados en las necesidades de la nación para su mejoramiento y el de sus moradores o son repartidos con generosidad entre los que tienen la obligación de abaratar la vida de los españoles.
Mas el caso es que nos encontramos con que cantidades considerables son dedicadas a actividades absolutamente innecesarias cuando no indignas o perniciosas para la colectividad. ¿Alguien nos puede decir cuánto cuesta el indeseable huido señor Puigdemont? ¿Cuánto la tropa que permanece encarcelada por el caso Cataluña con entradas y salidas del talego? ¿Cuánto se despilfarra con esta gente que, siendo delincuentes encarcelados, increíblemente han accedido a puestos de representación en la Comunidad Catalana? ¿Y qué cantidades se dedican al retiro de quienes han sido jefes del Estado, y quizá también algún otro cargo, a los que se mantiene con pingues emolumentos, despacho, secretaria, coche y conductor?
Sorpresivamente, vemos cómo, de la nada de antes, han pasado a ostentar después considerables fortunas, vivir en lugares privilegiados y holgar espléndidamente. No es cosa de mencionar nombres, pues cualquiera puede hacer una lista con apenas abrir la prensa y leer la noticia de los cambios de vivienda, de los lugares donde viven, de los viajes que realizan y, en general, de la vida relajada que llevan.
Para estar al día, como ocurre con el personal que se mueve en esta sociedad tan extraña en la que nos encontramos sumidos, de los que se ocupa generosamente la televisión y no pocos medios de la prensa, no sería malo conocer los subterfugios de los que se valen para conseguir, en un pis pas, lo que cualquier español medio, e incluso no pocos que movieron por lugares elevados, ya sea de la cultura o los negocios, no consiguieron acariciar tras muchos años de trabajo, y, cuando llega el momento de la jubilación, aunque hayan sido unas lumbreras, han de conformarse con el sueldo máximo de la Seguridad Social, que será inferior en no poco al que recibían mientras trabajaba.
En el rifirrafe de hace un par de días en el Parlamento, Pablo Casado recriminaba al presidente del Gobierno sobre la actitud frente a Marruecos, al que estaba ayudando generosamente, sin recibir la oportuna compensación, hasta el punto de que la policía marroquí se permitiría abrir las puertas de la verjas de Ceuta para que se pudiera producir la invasión de la que ha sido objeto la ciudad de Cádiz; mientras nuestro Consejo de Ministros aprobaba una ayuda de 30 millones de euros ese mismo día. Pedro Sánchez, enardecido, tiró a la cara de Pablo Casado, que «Ustedes utilizan cualquier calamidad para intentar derribar al Gobierno, pero no lo van a lograr». De alguna forma acierta Pedro Sánchez, pues no es solo el PP el que considera que hay que cargarse este gobierno, sino que un número elevadísimo de españoles piensan lo mismo, por lo menos la mitad en el buen sentido, pero bastantes más si se tienen en cuenta a algunos de sus colaboradores. Y es que, como le indicó Pablo Casado, «sin acritud, ha demostrado que le queda grande el Gobierno»; incluso también le dejó caer que «hay más lealtad en esta oposición que en su Consejo de Ministros porque para nosotros lo único que importa es España».