Si yo tuviera dinero...
Lo cierto es que esta es una frasecita nada original ya que fácilmente ha sido pronunciada, en voz alta o por lo bajinis, por cualquiera de los mortales que andamos vagando por este mundo de alegrías y tristezas, confusiones y descubrimientos. Unos con más ímpetu y ambición y otros como si fuera el señuelo que le ayudara a salir de las angustias en las que se mueve. Sin olvidar a quienes son capaces de pisotear al más pintado con el fin de encaramarse por encima de los listones de los poderosos per se. Tanto es así, que en no pocas ocasiones ha sido incorporada al cante en sus distintas modalidades, como es el caso de Johnny Ventura que la asocia a una «salsa», o Shiloh Dyhasty la cantautora que la incorpora a su música lofi –música difícil de entender salvo por sus amantes seguidores–; sin olvidar que Manuel Santos el Agujetas. la añadió a su repertorio de bulerías o el Fary que la tuvo en cuenta dentro del conjunto de canciones que conformaba su variado ramillete.
Pero a un servidor, al que no le priva la ambición, ni hoy día le quita el sueño la canción por más que de joven cantara en la masa coral que hubo en Madrid bajo la batuta del maestro Rafael Benedito, le ha venido a la mente que, si tuviera dinero iba a dedicar una parte importante a presentar demandas en los tribunales de toda España, contratando a los mejores y más decididos abogados, para poner en jaque todos los hechos delictivos que a diario se producen en el país, ya fuera contra políticos, plebeyos, poderosos, gobernantes, cacos de baja calaña, emigrantes de diferentes colores y procedencias, etc. O sea, contra todo aquél que no es capaz, o no quiere, comportarse con el resto de la ciudadanía como debe ser, de acuerdo con las normas naturales de la convivencia o con las leyes que nos damos a nosotros mismos; sin dejar a un lado a quienes legislan contra natura, cosa que en los tiempos actuales está al cabo de la calle. Lo malo es que probablemente se iban a colapsar no pocos tribunales de justicia lo que resultaría complicado para sacar adelante tantos expedientes como se iba a acumular.
Si yo tuviera dinero, al son de nuestros flamencos, y echando también mano de Los Sirex que extendieron la otra cancioncilla que aseguraba aquello de que «Si yo tuviera una escoba, cuantas cosas barrería...», iba a intentar limpiar España, cosa que, en estos momentos, necesita sin remedio y con prontitud.
De momento me he de conformar con salir a la calle en compañía de alguno de mis botijos con el fin de ir espabilando al personal. Hoy lo hago acompañado de una pieza original, un botijo de anillos, de cerámica esmaltada de Teruel, alfarería que considero digna de admiración.
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