Sobre el 23F
Aunque somos reacios a hablar del 23F por aquello de que cada quién hace su interpretación al respecto, unos porque vivieron una historia real a través de los medios de información sin tener la más mínima idea de qué se cocía en aquel puchero, televisión incluida, otros porque oyeron campanas sin saber dónde ni de qué e interpretaban en cada minuto de forma distinta lo que percibían, otros porque tenía un amigo metido en el berenjenal y le contaba algunas cosas, pero no todas porque incluso tampoco las conocía el informador, y fundamentalmente porque los implicados en el ajo fueron tremendamente discretos.
No obstante, ha trascendido, como es lógico, no poco de cómo se fraguó la operación. Y ello a tenor de los juicios al general Armada, secretario de la Casa Real anterior al 23F, y a Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa Real, que tomaron parte importante en todo el proyecto, si bien se quedaron al pie de los caballos tras su fracaso, como podremos ver en los artículos que incluimos a continuación. Habiendo quedado al margen los partidos políticos conocedores y posibles beneficiarios caso de que hubiera triunfado la operación. Quedado reducido casi todo a lo que les interesa a esos partidos políticos, como hemos podido ver estos días en los que el Gobierno de la nación ha montado un espectáculo ad hoc a sus intereses, en cuya función ha habido poco de verdad, mucho de mentira, y, sobre todo, cantidad notable de propaganda de la izquierda con el visto bueno de la derecha sobre este hecho, histórico, sí, que debió tener otro fin del que consiguió, pues se perdió una gran oportunidad de que España se limpiara de las suciedades que se le iban pegando a las paredes por haber sacado adelante una Constitución plagada de virus en forma de concesiones, reconocimientos, y utilización de palabras que no eran otra cosa que trampas en las que se empezaba a caer.
En la función montada por el Gobierno en el Parlamento, a la que no asistieron, como era de esperar, los partidos separatistas, y a rastras los de color morado, el rey se vio obligado a leer un discurso sin contenido, sin verdades, y con graves defectos y olvidos.
Dado la ignorancia histórica de las generaciones actuales, no viene mal airear el tema a través de tres artículos que enfocan el caso de distinta forma, sonsacados de los muchos que se han publicado, no pocos merecedores de que los tuviéramos en cuenta, si bien el espacio disponible no da para tanto.
Así podemos adentrarnos en el titulado «La verdad oficial y la verdad real del 23F», publicado en Libertad Digital por Jesús Palacios, al que se puede dar el nihil obstat toda vez que hace un resumen muy ajustado a lo que se supone es la verdad por las pruebas existentes, lo que pocos tienen en consideración como intención de la «operación» y personajes que en ella participaron. Nadie o pocos han reflejado los hechos con tanta claridad en tan poco espacio.
El segundo artículo que reproducimos es de Arturo Pérez Reverte y su título «Resulta que nos salvaron ellos», haciendo un recorrido, de forma chusca, como es habitual en él, por la forma en la que la politequería actual se ha hecho cargo del salvamento que ellos hicieron a España de los odiosos individuos que intentaron liberarla de ratas. Echando mano de como aquellos aguerridos parlamentarios rompían sus carnet o, el que podía, llamaba a la familia para que sacaran billetes de avión para el extranjero. Sin duda aquellos representantes del pueblo demostraron todo lo que estaban dispuestos a dar por su patria. Como los de ahora. Sería una gozada ver cómo se comportaban en una situación parecida. No es el que más entra en el tema de los publicados, pero sí pone de manifiesto cómo lo enfrentaron no pocos de los personajes con asiento en el hemiciclo.
El tercero, titulado «Hace 40 años que fracasó el «autogolpe» del rey Juan Carlos I», de Julio Merino, tiene la particularidad de que aporta documentación de los personajes que tomaron parte en el montaje de la operación junto con el rey, aunque a veces resulte algo confuso en su lectura.
A través de estos tres trabajos, quienes no tuvieron la oportunidad de asistir a este acaecimiento por edad o por estar alejado de él, se pueden hacer una idea de lo ocurrido. Pero teniendo en cuenta, fundamentalmente, que no fue un golpe de Estado, ni un levantamiento militar, sino la llamada de atención a unos políticos que no estaban respondiendo a lo que habían jurado, para que tomaran en serio la gobernanza de la nación.
No son pocas las ocasiones en las que parece necesario ese toque de campana, u otro parecido, para despertar a los entumecidos y explicar que no van por buen camino los progresistas que persiguen objetivos no recomendados y faltos de valores.