Las uvas, en la Puerta del Sol
1/ENE.- Son muchos los acontecimientos que han tenido lugar en la Puerta del Sol de Madrid a lo largo de los años.
Son muchos los acontecimientos que han tenido lugar en la Puerta del Sol de Madrid a lo largo de los años. Buenos y malos. Alegres y dolorosos. De celebraciones donosas y de enfrentamiento entre nosotros mismos o con los gabachos. Sin que hayan faltado, de un tiempo a esta parte, el final de no pocas manifestaciones que podían haber ido a gritar sus deseos a la Dehesa de la Villa. Ni siquiera se ha privado de verse convertida en un campamento cutre, de individuos que aspiraban a muchas irrealidades, pero que cuando lo levantaron y mandaron a sus casas a los crédulos que habían seguido y acompañado a los promotores de aquél desaguisado, todas aquellas demandas que ilusionaron a las «bases» se fueron al garete, volaron para ser sustituidas por unas ambiciones personales y egoístas que nada tienen que ver con las proclamas ideológicas que vociferan cuando actúan como procaces charlatanes garrulos, fuleros, mendaces y taimados.
Pero la festividad más persistente que tiene lugar en la plaza que marca el punto cero de España es la despedida de cada año para entrar en el siguiente, tomando las doce uvas de rigor, acompañadas de abrazos, cantos, alguna bebida y suma alegría.
Festividad popular y sandunguera, que casi podríamos asegurar no organiza nadie –aunque las autoridades toman parte para mantener el orden, especialmente ahora, pues debido a la pandemia se limita el número de personas que pueden acceder a la misma–; aunque, y esta es una contribución fundamental, el Ayuntamiento de Madrid facilita el reloj en el que se dan las doce campanadas.
¿Qué cuándo tuvo lugar allí la primera celebración? La cosa no está clara, pues en vicisitudes como esta siempre surgen valedores que aportan y mantienen diferentes fechas y motivos. La que ofrece mayor credulidad sostiene que, al parecer, la primera vez que se tomaron las uvas en la Puerta del Sol tuvo lugar en 1909, por ocurrencia de los viticultores levantinos que, al tener un exceso de producción, decidieron repartir, una parte de la misma, de forma gratuita, entre los ciudadanos de la Villa, especulando que la ingesta en ese día, y a la hora cero del nuevo año, les traería buena fortuna.
Y ahí sigue el reloj de la Real Casa de Correos dando las campanadas en el trasunto de un año con el otro que, como es de rigor, llega con nuevas ínfulas, aunque luego vaya decayendo poco a poco. Campanadas que son seguidas por gran parte de los paisanos que ocupan el territorio nacional, por más quelos moradores de algunos lugares prefieren tomar las uvas al son de las campanas del reloj del ayuntamiento de su pueblo, de su iglesia, o al toque de un vetusto almirez.
Sin duda es un momento grato en el que la mayoría de los españoles olvidan sus cuitas, momento éste que últimamente es acompañado por el gracejo de estas famosas y atractivas mozas, a través de la TVE y otras emisoras. No siempre han sido ellas las que amenizaron el preámbulo y el tañido de las campanadas; en otros años han ocupado el lugar otras figuras famosas de ambos sexos, entre las que cabe destacar al presentador Ramón García, quien se hizo famoso por la donosura con la que acompañaba con su capa el espectáculo.
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¡Feliz año 2022, en el que podamos ver realizadas muchas de las aspiraciones que deseamos para España y para los españoles!
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