«¡Viva el 8 de marzo!»
Publicado en el Nº 315 de 'Desde la Puerta del Sol', de 5 de junio de 2020.
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Lo ha estado acertado Pedro Sánchez al lanzar, como escape de no saber qué decir en la respuesta a sus oponentes, el ¡Viva el 8 de marzo! Pues, a poco que se tengan sentimientos, uno lo considera una impertinencia malévola y lo asimila a la respuesta merecida que recibió de Santiago Abascal de que suponía tanto como gritar ¡Viva la enfermedad! y ¡Viva la muerte!, lo que no dejaba de ser una burla hiriente, un propósito mordaz, que no habrá caído muy bien en quienes han padecido el coronavirus o han perdido a miembros de su familia, por poner los dos ejemplos más directos.
El tema surge durante la sesión del Parlamento del miércoles 3 de junio, cuando intentaba justificar toda su andadura durante el tiempo de pandemia, que todavía no ha terminado. Y, como era de esperar, sus palabras intentaban mantener que él y su equipo de listos –que sigue permaneciendo en el anonimato– más las lúcidas personalidades que ocupan los ministerios, habían hecho todo bien, en los momentos oportunos, sin fallos de ningún tipo, hasta llegar al momento de desescalar –palabra de nueva creación suponemos que por el equipo de listos– el estado de alarma para que el país pueda empezar a andar camino de la normalización.
En su parlamento, a Pedro Sánchez se le olvido que los pilló en mantillas, a pesar de estar informados con tiempo suficiente por los organismos internacionales e incluso nacionales, se la dieron de listos, no hicieron caso, montaron su manifestación de las chicas, provocaron el crecimiento de la invasión del virus, no supieron reaccionar, los hospitales y todo el elenco de la sanidad se tuvieron que poner en marcha apresuradamente, llegándose a invadir las instalaciones hospitalarias hasta las puertas de la calle, sin que les suministraran los elementos necesarios para poder prestar adecuado servicio, sin trajes para defenderse de la pandemia, sin mascarillas, sin guantes, sin todo lo que en esos momentos se necesitaba.
Y tarde empezaron a comprar a través de amiguetes en lugares desconocidos, con retrasos en los suministros necesarios, cosa que ha perdurado durante todo este tiempo hasta llegar a los test, que también se compraron cantidades considerables a través de un amiguete que tuvieron que ser desechadas. Y a todo esto, ocultando los datos y cifras escalofriantes de muertos. Resolviéndose michos de los problemas gracias a la capacidad de los españoles que con ingenio iban sustituyendo lo necesario con su invectiva.
Mientras, los responsables cambiando cada día las instrucciones de lo que era preciso hacer, por lo que de la noche a la mañana surgían nuevos problemas. Olvidando a los fallecidos en cuanto seres humanos que perdían la vida, amontonándolos en grandes naves donde no había ni un reflejo de sus creencia de que la muerte no es el final, ni un oficio religioso, ni la compañía de sus deudos; menos mal que tanto los elementos de las fuerzas armadas y de la Guardia Civil, junto con los sanitarios, los tenían en cuenta a tales efectos en los momentos libres o mientras ejercían sus obligaciones, dedicándoles unas oraciones, haciendo como dijera santa Teresa de que Dios también está entre pucheros.
Y no digamos del desastre de los parados provocado por la acción rápida e irresponsable de cerrar todo a cal y canto sin contar con que la gente tenía que comer todos los días, lo que, en la medida de lo posible, fue solucionándose en alguna medida por las fuerzas vivas del pueblo montando en los barrios, las iglesias, las casas particulares una especie de economatos desde donde ir suministrando de forma gratuita lo más preciso para que los desamparados pudieran subsistir con los alimentos que aportaban las gentes en mejor situación, no pocos comerciantes, también restaurantes que cocinaban exclusivamente para tapar el hambre. Sin que se viera la acción oficial del Estado al respecto, ni la de los sindicatos que viven de los trabajadores, ni de las conocidas ONGs que en ocasiones reciben cuantiosas ayudas del Estado sin saber para qué, ni de las asociaciones feministas que tanto pregonan sobre la mujer y la dejan abandonada en un momento tan preciso, ni de todos los que sangran los presupuestos del Estado.
Todo eso, y muchas más cosas se le olvidó a Pedro mencionar en su preparado discurso de apertura de la sesión, ni en el de cierre, bien interpretado como lo hubiera hecho un actor teatral. Pero se pasó en el «¡Viva el 8 de marzo!». No supo contenerse y salió su natural. Y en todo ello le ayudó notablemente Adriana Lastra, portavoz del PSOE en el Parlamento, quién leyó perfectamente un texto bien redactado que contenía toda la baba imaginable, y alguna más, insultante y hasta injuriosa para la oposición, y para los españoles que no comulgan con Pedro&Pablo, que son tanto como ellos o más, que está deseando desaparezcan lo antes posible; incluso, en este momento, rara avis, no son pocos los que en el campo de los medios de información levantan las alfombras para sacar toda la porquería que acumulan, y los retratan cómo son, cómo se comportan y qué pretenden.
No se dan cuenta pero se están pudriendo envueltos en su propia porquería. Esperemos que tanto refocilarse en el propio lodazal que van produciendo día a día, con tanta mendacidad, tanta mentira, tanto engaño, tanta regalía para los amigos, tanta falsedad como prodigan, reviente de una vez y con coja con las fuerzas para hacer la limpieza necesaria y encomendar a los tribunales de justicia el lavado de las instituciones mediante su ejercicio limpio y honesto.