Yo y mi contaminación

6/MAR.- A un servidor se le va quitando la preocupación de estar pecando contra la humanidad por tener un coche de gasolina con el que circular por Madrid cuando tiene necesidad de salir a algún mandado que diría mi abuela.

​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 594, de 4 de marzo de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

A un servidor se le va quitando la preocupación de estar pecando contra la humanidad por tener un coche de gasolina con el que circular por Madrid cuando tiene necesidad de salir a algún mandado que diría mi abuela.

Porque, aparte de pensar siempre que las eras geológicas que ha soportado la tierra sin duda han tenido una influencia en la ecología, en el problema ambiental, en si ha llovido más o menos, si ha hecho más frío en la época glaciar que según cuentan se acabó hacer 12.000 años dejándonos de recuerdo los casquetes polares, si en el verano hace más calor sobre todo en el Parque Nacional de Yellowstone donde puede llegar a los 121 grados centígrados, si las centrales de carbón sueltan una peste de óxidos y monóxidos perjudiciales para la salud, si el defecar de las vacas está mal visto y resulta nocivo para los niños, y un largo etcétera, está convencido, y no hay quien lo apee del burro, respecto a que en nuestro planeta Tierra periódicamente se producen cambios climáticos, alteraciones de diverso tipo como el movimiento de las placas tectónicas o el ponerse provocadores los volcanes que también hacen de las suyas sin que tengamos pajolera culpa los mortales, o al menos no tanta como nos culpan los que se reúnen periódicamente a quitarnos alguna cosilla de las que disfrutamos desde el tiempo de maricastañas allá por el siglo XIV, aunque ellos no van andando ni en bicicleta a las reuniones sino en aviones que producen mucha contaminación.

Saco a relucir este aburrido tema, con el que tanto se empeñan los ecologistas en agobiarnos cada dos por tres, para llamar la atención a estos quejicosos ya que no les he oído o escuchado nada respecto a la contaminación que están produciendo los rusos con la bestial guerra que han desencadenado sin justificación alguna, quizá porque no se han enterado todavía a pesar de la difusión que se hace de la misma, quizá porque se han escondido todos en algún refugio seguro, o acaso porque han hecho mediciones de los bombazos, cañonazos, misiles, vuelo de cientos de aviones, circulación de cientos de tanques de bastante tonelaje, o cientos de camiones de todo tipo, y resto de material de guerra que destruye edificios, incendia no pocos, y originan unas polvaredas de mucho pistón, sin encontrar ninguna contaminación y les han dado el visto bueno para que sigan en su tarea.

Y si ningún ecologista se queja al respecto, si no dicen ni pío por el monóxido de carbono que sueltan los tanques que, comparado con lo que suelta mi coche Ford es como comparar Andorra con el imperio ruso en extensión, ¿por qué no voy a poderme desplazar yo por mi ciudad?

Además, esta absurda guerra de Putin es mucho peor que lo que podamos perjudicar los que pacíficamente nos desplazamos en nuestro modesto coche. El desaguisado que hay por Ucrania lo estamos viendo en el momento de producirse a través de la televisión todos estos días. Hoy es difícil esconder nada, sobe todo estos disparates de mentes desequilibradas, egoístas, perniciosas, ofuscadas en su soberbia. Que destrozan ciudades, que asolan campos, que originan la desbandada de sus hogares a miles de personas, que condenan a muerte a no pocas que no tienen nada que ver con las ansias del promotor de la guerra, llevando a la miseria a miles o millones de seres inocentes, desequilibrando familias, rompiendo la convivencia,... Evidentemente los perjuicios que podamos ocasionar a la humanidad los que ponemos en marcha nuestro cochecito son nada comparado con esta barbaridad que se ha desencadenado en el este de Europa. Por eso nos mantiene perplejos el silencio de los ecologistas, como de otros grupos que tanto se manifiestan por el bienestar de la humanidad.

No es que nos preparemos para la guerra, pero sí es importante y curioso traer a colación cómo en tiempos de nuestra Guerra Civil se hicieron botijos de metal para que en los frentes de combate tuviera una más larga duración esta pieza tan importante de nuestra artesanía y tradición. Y el botijo que presentamos hoy es un superviviente de aquel entonces. Como nosotros mismos, que seguimos superviviendo dispuestos a seguir dando la batalla para que el país, España, vuelva por sus fueros.




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