Con dos colones
Son incontables las estatuas (e imágenes) que existen en España de don Cristóbal Colón, y no digamos en América, la del Sur y la del Norte, pasando por el intermedio llamado Caribe. Cada una de ellas guarda una historia entrañable y tierna, más o menos ajustada a los hechos, pero todas, sin excepción, realzan la gesta que este hombre protagonizó allá por los finales del siglo XV. Como no pienso dar ninguna clase erudita, no es el caso, me voy a fijar, por su actualidad, en dos, la que está en Barcelona y la que luce en Madrid.
La primera, en su altísima columna, con ascensor interior, le representa con el brazo extendido y no entraré hacia adónde apunta su dedo, cuestión polémica, y la otra posa en la capital del Reino; es esta, más humilde en su solio, por su tamaño, no tanto por su hechura, y preside una plaza que la fortuna ha querido adquiera tintes políticos desde cierto tiempo a esta parte.
En resolución, la madrileña permanece de pie portando una bandera de Castilla. Lo que no entraba en la mente de su creador es que, en su entorno, como un manto que se extiende, como una alfombra de fervor, como un césped de banderas flameantes, un día no lejano se arremolinara la gente de esta capital para señalar que todavía latía en sus corazones el pálpito de España. A esta concentración la llamaron, incluso la Secta y demás televisiones untadas, la foto de Colón, que era como un sambenito despreciable para el consumo del rebaño nacional, no abducido, todavía.
Pues bien, ahora está anunciada una segunda jornada de júbilo nacional en el mismo sitio, tal vez a la misma hora. La propuesta ha partido de la gente que no tiene escrúpulos en manifestar sus filias patrias, que pueden ser tanto de un extremo a otro del arco de pensamiento nacional, pero poco han tardado, otra vez la Secta y sus compinches, en hurgar en sus archivos para remover las conciencias de la gente de bien, señalándolas como la derecha asilvestrada. En definitiva, se trata de activar el dispositivo maníaco de la foto de Colón, como en otros tiempos se avivó el perverso de las Azores. Será inútil, pues todavía no han aprendido estos esbirros del periodismo infame la regla de oro que debe presidir tan digno oficio. Pero sigamos. Sigamos por la senda de los elefantes y vayamos todos engarzados por los brazos hacia donde el sol anuncia su alborada.
Pero he aquí que, cómo no, todavía no se han juntado y ya andan revueltos. Me refiero a esos que se llaman de derechas y quieren y no quieren que los objetivos de las cámaras les capten como a furtivos en un campo de coles. Ya han prodigado las reservas, las agendas ocupadas, los virus que llegan de China y les mantienen en cuarentena, el ponte tú en primera fila que yo te cuidaré desde la cuarta, la española mendicidad de la gente que quiere estar, de corazón, pero que se niega a estar de cuerpo entero.
Sí, que acuda la gente, que la panorámica visual inunde las calles de Madrid, que no falte nadie pero que no se note que ahí laten las vísceras de la España que no acepta, QUE NO ACEPTA, el ignominioso anuncio de indulto que prepara este Gobierno detentador. En todo caso, dejemos que ocupen el primer plano los más osados, que ya se encargarán los pardillos de la pluma de aplicarle la banda de ultraderechistas. Y, por si acaso, algunos que lo fueron, pero ya no lo son, como si aún siguieran siéndolo.
Pero a la realidad, cuando nace simplemente del ejercicio de la libertad, no hay fuerza que obre para detenerla. La Segunda Foto de Colón, según se anuncia, puede constituir una tercera o cuarta, o quinta, demostración, de ese torrente de vitalidad que nació el 4 de mayo por causa de los andares de una mujer extraordinaria, hasta donde hoy se sabe. La siguieron en la estela de las victorias los dos equipos de la ciudad, el Atlético y el Real, campeón y subcampeón de la Liga de fútbol. Y ahora se vislumbra una tercera apoteosis, esta vez a los pies del más grande descubridor que vieron los siglos.
Por si fuera poco, como es el día de San Antonio, ya se preparan los chulapos y las manolas en las praderas para, por la tarde, rezarle al santo, pues ya sería de risa que la jornada se rematase con unas kermeses al estilo de la Paloma, donde, hasta puede ser, aparezcan los novios o las novias en volandas de día tan prometedor.
Y todo esto, que son sueños de un predicador lejano, por una foto que trae de cabeza a los que no aman a España. Pero esta vez, no sólo va a ser don Cristóbal en Madrid sino el otro, junto al mar, que cada día se enamora más del resto. Así es, y así lo cuento. Con dos Colones.