El cambio climático
Unos cuantos mandatarios de las naciones de la Tierra se han tomado un descanso para tomar la Fontana de Trevi como fondo de la pintoresca foto que les compromete a volver alguna vez a Roma, no sabemos si en busca de un amor ansiado o pretendido, que de todo habrá. Es lo cierto que cada uno con sus rémoras a cuestas se ha echado a las espaldas la profética misión de asegurar para el año no sé cuántos que el planeta estará libre de problemas en el 2030, 2050 o, como los indios de la India, para dentro de 50 años. Después han ido a tomarse unos güisquis a Glasgow, se supone a seguir la juerga. Después unas cuantas fotos más y a donde sea, porque esta gente no tiene harturas. Entre ellos, como no, estaba el sujeto (de la oración) que detenta el poder en España, entre otras cosas para servir de apoyo al brazo del señor Biden, que tuvo a bien descansarlo encima de su asendereado hombro, me parece que durante otros 29 segundos.
Cada quisque sabe muy bien dónde le aprieta el zapato en su respectivo país, como es natural, por lo que no procede preguntarnos a qué clase de orgía han asistido; lo que ya es distinto es saber si el que nos gobierna estaba enterado del caso. Es decir, del rollo ese del cambio climático. Parece que no del todo. Da la impresión de que ignora, entre millones de cosas, que los cambios climáticos se suceden en el planeta Tierra desde que esta existe, porque forma parte de su estructura. Nosotros estudiábamos que se habían contabilizado los cuatro últimos, durante millones de años, con treguas que llamaban interglaciales, pero es conocido que en el remoto pasado hubo muchos más. Sucede que habitamos un planeta que está sujeto a millones de interconexiones cósmicas y cuando le apetece da señal de sus caprichos hoy por aquí y mañana por allá, con los consiguientes desastres añadidos. No se trata de subir o bajar un grado más la temperatura global sino de atenernos a lo que nos toca, ya sea en forma de epidemia, de riada, de terremoto o... ¡de volcán! Y ahí entramos, hoy por hoy, los que vivimos en ella.
Porque el señor que le ha tocado gobernar España parece reunir todas las condiciones exigidas a lo que comúnmente llamamos gafe, pues en su inexplicable mandato se están dando las notas de esta malhadada forma de llevar un país. No solo conforma un gobierno comunista, para asombrar a Europa, sino que le toca bailar con la más fea, que llaman pandemia, cuya mecánica endosa a sus subordinados, que hacen lo que pueden, y oculta los muertos, que las televisiones se esmeran en no declarar. La inflación se dispara, los precios suben, la electricidad achicharra, la reforma laboral la lleva a mal traer, para gloria de la ministra comunista y desgracia de la otra, la del traje chaqueta. Y los moros de Marruecos cierran la llave del gas, que es lo que faltaba. Por último, para no cansar, el volcán de la Palma. Lo dicho, no es un gafe sino un regafe. Más de uno está expectante, pues a ver con qué invención de su maquiavélica mente sorprenderá al pueblo cuando anuncie elecciones, que de esa no se va a escapar.
Pero lo del volcán... ¿Quién con más credenciales que él, hacedor de España, mesías soñado por la Historia, para plantarse en una reunión del G-20 (gilipollas veinte) con conocimientos de causa? ¿Quién mejor que él para estar allí, después de haber pisado las cenizas de la isla en cinco ocasiones, con su Falcon plateado? Nadie, ni los de más mimbre puede comparársele. Para hablar del cambio climático hay que estar acreditado por un equipo de expertos que cada día que pasa asombra más. Se trata de prometer y prometer y salir de allí corriendo, no sea que a los palmeros les dé por el abucheo, que es la fórmula civilizada que tenemos los españoles para mostrar nuestro cariño institucional. Pero no debemos olvidar que para el individuo que gobierna España el cambio climático lo tiene en casa. Que no le llega de fuera, de las entrañas de la Tierra, sino de las suyas propias, porque en el cambio que predica están disueltas las moléculas de su ser equivocado. En él convergen todos los males de este siniestro mundo, por más que con sus andares de pato vaya por ahí alardeando de ser un G-20 mindundi, para hazmerreír del populacho.
Pero no importa. Mientras le sostengan separatistas y comunistas, que ruede la bola.
La Razón de la Proa (LRP) no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores, los cuales son los únicos que deben responder de las mismas. LRP tampoco tiene por qué compartir en su totalidad el criterio de los autores. Todos los artículos de LRP se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia, teniendo en cuenta que LRP también reproduce artículos de terceros, en esos casos habría que pedirles autorización a ellos.
Recibir boletín informativo semanal de LRP (newsletter)