La teoría del «como si»
A los ciudadanos del mundo, a una inmensa parte de los ciudadanos del mundo, se les ha dado a modo de juguete, para que se vayan entreteniendo, una extraña realidad. Una «teoría» sencilla, sin grandes complicaciones intelectuales, consistente en ofrecerles con una mano esto y robarles con la otra lo otro, de tal manera que nada se altere ni se salga de los cauces establecidos. Es una trampa antigua, vieja, anquilosada, con infinitas aplicaciones a lo largo de la Historia, pero de vez en cuando los cerebros que estudian los movimientos de la gente la actualizan y la dan al mercado para su consumo. Un servidor, humildemente, pues no soy filósofo, la llama teoría del «como si». O sea, ver, oír y callar como si se viera, se oyera o se pensara lo que no sintetizan nuestros sentidos. Dicho con otras palabras: vivir en la mentira.
En España, el país que nos enamora, maestra en ejercitarse en estas teorías, hemos conseguido grados de perfección inigualables. A los ojos de observadores de las galaxias es este conglomerado de personas un paradisíaco territorio donde sus moradores han decidido pasear en patinete, con una pieza de tela ocultándoles el rostro, preguntándose cuándo dará comienzo ese programa/veneno de la Cinco, y pasando olímpicamente de las «novedades» de última hora que fabrica la Secta acerca de las vacunas, las intenciones de los nuevos políticos en Estados Unidos y, cuando hace mucho frío, a santo de qué tenemos que coger una pala y despejar las aceras. Todo ello como si... en este trajín nos fuera la vida. Quiero decir la verdad de la vida.
Quien entendió, a su manera, este vivir sinvivir fue Hegel. Él si era filósofo. De los acreditados por su conocimiento de los fenómenos que nos acaecen día tras día, tanto que se atrevió a escribir un libro que es imposible leer sin una mínima preparación. Lo tituló Fenomenología del espíritu y en él nos cuenta que la realidad consiste en unas fuerzas que se aniquilan mutuamente, de tal modo que de esta pugna nace una síntesis magistral, que, a su vez, se convierte en polo de un nuevo combate, y así sucesivamente. Su error fue ponerle fecha, como si con su pensamiento se acabaran los problemas del mundo. No obstante, fue una mente privilegiada, que la Historia ha recogido en sus mejores páginas.
Nosotros no tenemos ningún Hegel, pero sí hemos dado albergue a algunos de sus seguidores. Me viene a la memoria uno, de pelo largo y barba hirsuta, que ha bebido en los saberes de algunos de esos prohombres. Este a que me refiero, dice haber dado cuenta de un celebérrimo estudio de un tal Kant, Ética de la razón pura lo llamó, creo recordar. Al principio creí que se refería al célebre guardameta de la selección alemana de fútbol, pero no, disertaba sobre filosofía. En otra ocasión dijo no sé qué de un regeneracionista tocayo, al que metió en el saco de sus leídos predilectos, como si en verdad le hubiera puesto el ojo encima.
De este recuerdo, por simpatía, claro está, me paso al otro, pues en los maridajes es insensato olvidarse de una de las partes. En este caso un pobre hombre que debe de estar pasándolo mal, pues padece de insomnio, según sus propias palabras, y se retrae, se guarda, se reserva, se mira al espejo y pone atención a cuanto le dice su Rasputín particular, quien, por cierto, le ha atacado el virus de la mala suerte. Esta escenografía es especialmente grandiosa y en ella está la gloria que se procura, la que tenemos para alimentarnos. Como si fuera real, es decir verdadero, de su boca, que es torrente de sabiduría por donde mana su sapiencia y su poder, la gente que está en camino de ser trasmutada en súbdita (por ahora no pasa de ser manso rebaño), entiende que nada hay a la vista que mejore tan gentil silueta. Las encuestas del lacayo del CIS lo dicen, como si dictaran una verdad de fe.
Estas fichas de dominó están de pie tan inestablemente que una racha de viento las tiraría, pero mientras no sople, van cobrando. Van cobrando como si se ganaran el sueldo, que esa prima que les damos los que, dice la Constitución, somos los auténticos soberanos de esta Nación. Pues tampoco va a ser así. Porque tal como vienen dadas, resulta que lo que dice ese papel es un halago gratuito, pues los españoles, sin ser soberanos de nada, es como si lo fuéramos. Una teoría.