De nuestro propio solar no quedaremos fuera

2/06.- El solar de los españoles es toda España y ningún industrial del partidismo va a limitar su disfrute a los madrileños, en tanto que españoles, por muchas vilezas que defeque...


Publicado en el número 24 de 'Somos', de junio de 2020. * En la sección Opinión.
Editado por la asociación cultural Avance Social.
Ver portada de la revista 'Somos' en La Razón de la Proa.

De nuestro propio solar no quedaremos fuera (de vilezas e infecciones).


Si quitamos la Comunidad de Madrid (CAM), los datos epidemiológicos de España mejoran bastante... Sin Madrid, España pasaría de ser el séptimo país con más contagios por coronavirus a duodécimo”.

Dicho en sede parlamentaria por Pablo Echenique, partidócrata de Unidas Podemos cuyo sueldo pagamos todos. Un vil cainita el tal Echenique que, téngalo por seguro, no nos dejará fuera de nuestro solar.

Cómo subproducto deleznable de lo mucho que se ha dicho sobre la pandemia del COVID-19 y como consecuencia de vilezas como la que figura en el encabezamiento, ha aflorado en España un fenómeno que, existiendo más o menos larvado en algunas mentes estrechas, permanecía silente: el antimadrileñismo.

Y, por desgracia, era de esperar algo así en el ámbito del dichoso Estado de las Autonomías, cuyas capacidades de gestión de crisis han quedado de manifiesto desde que se vislumbró la amenaza vírica. Los estamentos de poder, central, autonómico y municipal, se han estado tirando los trastos a la cabeza entre sí, sacudiéndose las culpas de los errores y reclamando en exclusiva la autoría de los aciertos. “Y tú más” ha sido la consigna y “balones fuera” la contraseña.

En este ambiente de división, algunos creen egoístamente que, como ya no enferman, tienen derecho a tratar a los demás como apestados y para que no les contagien, piden leyes que restrinjan el derecho a la libre circulación por nuestra geografía. Casi nada. Y como las grandes cifras de infección se han dado en Madrid, en proporción directa a su población y a sus continuas conexiones con el extranjero y resto de España, algunos señalan a los madrileños como peligro abominable.

No es cuestión de hacer valer lo mucho que Madrid aporta al conjunto de España; no es cuestión de pasar factura porque aquí no se pregunta a nadie de dónde viene; no es cuestión de aducir lo que los madrileños contribuimos a la hermana periferia cuando vamos de vacaciones, de puente o de fin de semana. Ni mucho menos es cuestión de ofenderse y pedir la formación de un esperpéntico partido “nacionalista madrileño”, que hay quien ya lo hace.

El problema es que los provincianos –en el peor sentido de la palabra– que se ponen histéricos y se amparan en el miedo creyendo que les protege, ven la vida a través del prisma limitado de su pequeñez, cuando no de la envidia.

Madrid no existe de la misma forma que existen otras queridas y dignísimas poblaciones de España. No es ni mejor ni peor, simplemente es, como decía Antonio Machado, "Rompeolas de todas las Españas".

Aquí puede venir quien quiera, como siempre, aunque, con el miedo que algunos parecen tenernos, tal vez fuera mejor decir "quien se atreva". Y, por supuesto, los madrileños iremos a donde nos dé la gana en el ejercicio de nuestro derecho a la libre circulación por el territorio nacional, el mismo derecho que asiste al resto de los españoles. Algunos no estamos dispuestos a tolerar que, en la pegajosa y maloliente pugna entre izquierdas, derechas, centros, separatismos y demás ralea, se recurra a la difamación de una ciudad española como Madrid.

El solar de los españoles es toda España y ningún industrial del partidismo va a limitar su disfrute a los madrileños, en tanto que españoles, por muchas vilezas que defeque.

Faltaría más.