Porque yo lo valgo
El mítico eslogan de L'Oréal Paris (Porque yo lo valgo), al parecer, ha sido, y probablemente siga siendo, un grito de autoafirmación de algunos políticos, y ciertos poderes fácticos, que hicieron uso de su cargo para vacunarse del covid-19 cuando no les correspondía.
El Ministerio de Sanidad, hasta que ha hecho extensiva la vacunación para todas las edades y colectivos, tenía organizada la vacunación del covid-19 por fases y sectores específicos, en el periodo de enero a marzo, la vacunación estaba destinada para residentes en centros de mayores, personal sanitario y socio sanitario, así como grandes dependientes no institucionalizados y luego aparecieron nuevas etapas y receptores. No obstante, de forma paralela y progresivamente fueron apareciendo cargos públicos, de varios colores y pelamen, que se vacunaron indebidamente. En el escalafón a día de hoy van en cabeza los políticos del PSOE y afines, junto con otros “vacunajetas” como los denomina un famoso periódico digital español.
De todos ellos, unos han dimitido, aunque alegando mil y una justificación, otros, siguen cogidos al sillón, con justificaciones variopintas como, por ejemplo: Fue un acto de bondad hacia los demás, forma sui géneris de interpretar el uso del cargo para vulnerar la norma. A saber, los que se han vacunado de forma clandestina y de momento se desconoce.
Recordemos la negativa del exministro de Sanidad Illa, que se negó hacerse una PCR antes del debate en TV3, argumentando que se acogía el protocolo sanitario, sin explicitar su decisión, que desencadenó diversas especulaciones, una de ellas, que se hubiera vacunado saltándose la norma establecida por su ministerio.
Como dijo Thomas Jefferson: Nadie abandona el cargo de presidente con el mismo prestigio y respeto que le llevó ahí.
No obstante, los que se vacunaron sin corresponderle, utilizando el cargo, podríamos decir que tienen, entre otros, un denominador común: torpeza. Todos ellos, probablemente sean personas inteligentes, pero listos, al parecer, no. Era de sentido común, que, si se saltaban la norma en algo tan sensible, se acabaría sabiendo, y así ha sido. Con el tiempo se irán descubriendo más casos.
También habría que hacer una mención especial a la deontología de los sanitarios que han administrado la vacuna a dichos cargos, sabiendo que no correspondía, tenían que haberse negado, pero quizás el miedo al poderoso o el pensar que quien a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, ha hecho que la ética y los deberes profesionales, hayan pasado a un segundo término.
Al paso que vamos, la incógnita es: ¿Cuándo terminará la vacunación de los españoles? La gestión de la pandemia por parte de los políticos ha dejado y sigue dejando mucho que desear, tarde y mal ha sido la constante, no obstante, no hay que desfallecer, como dijo Freud: Antes de diagnosticarse con depresión o baja auto-estima asegúrese de no estar rodeado de idiotas.