El saludo de su santidad

24/MAR.- El curioso saludo del papa al alcalde de Madrid: «Ah, el heredero de la gran Manuela»...


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 733 (24/MAR/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

El pasado día 18, Su santidad el papa Francisco recibió en audiencia, con motivo de conmemoración del iv centenario de la canonización de san Isidro, patrón de los madrileños, al cardenal-arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra, la delegada del Gobierno, Mercedes González Fernández, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso y al alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida.

Parece ser que, durante la visita, los representantes madrileños han departido con el pontífice, entre otros temas, sobre el contexto político español, la violencia en la familia y las personas más vulnerables.

Asimismo, han regalado al papa, entre otros obsequios, un facsímil sobre los milagros de san Isidro, varios libros editados con motivo del cuarto centenario de la canonización, una medalla conmemorativa, una botella de agua de la fuente de san Isidro y el alcalde, sabedor de las aficiones futboleras del papa, unas camisetas firmadas de los cuatro equipos madrileños que esta temporada juegan en Primera División y, como buen atlético –fidelidad que le honra– se las ha entregado por este orden: primero la del Atlético de Madrid, luego las del Getafe y el Rayo Vallecano y, finalmente, la del Real Madrid, el «eterno rival».

Sin embargo, lo que quizá merezca destacarse más de este encuentro ha sido el curioso saludo del papa al alcalde de Madrid que, cuando era presentado por el arzobispo, y mientras miraba a éste y sonreía, le espetó al regidor madrileño: «Ah, el heredero de la gran Manuela», en una clara alusión a la anterior alcaldesa, Manuela Carmena

¿Es que nadie le ha explicado a su santidad que esta señora era la jefa de aquella otra que, a pecho descubierto, irrumpió en una capilla católica de la Universidad Complutense al grito de »Arderéis como en el 36» y que –que se sepa y al menos públicamente como públicas fueron las palabras de su correligionaria– no le recriminó tal actitud? ¿Será por aquello de que, como reza el clásico refrán «el que calla otorga«?

Sospecho que, si se llegaran a cumplir las amenazas de la subordinada de doña Manuela, a lo peor, el papa perdería físicamente a un buen número de sus seguidores en España y le quedarían pocos templos en los que ejercer su magisterio. Como «en el 36».




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