La veteranía es un grado
Dicen que la veteranía es un grado. El que Desde la Puerta del Sol haya llegado a los 500 números le confiere sobradamente ese grado cuando, además, ha estado dirigido por Emilio Álvarez Frías, un notable veterano en la vida, en el periodismo, las publicaciones y otras disciplinas y experiencias, al que le sobra entusiasmo e ilusión para llevar a cabo una tarea como ésta.
La veteranía implica experiencia, concepto que no hay que confundir en absoluto con la rutina. Y, por supuesto, tampoco implica vejez. Se puede ser veterano en profesiones o experiencias sin necesidad de haber llegado a «la edad provecta».
Hoy en día, y sobre todo desde que padecemos el covid-19, en cualquier programa de radio o televisión, proliferan los «expertos» como las setas en el monte en otoño. Y, en muchos de los casos, habría que poner en cuestión esa presunta experiencia.
En muchos países, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Rusia los veteranos de las guerras son honrados y apreciados extraordinariamente y en modo alguno, por la edad que tienen, son considerados vejestorios. En ellos se aprecia su valor y sus servicios y entrega a la Patria con exposición de la propia vida y se les homenajea y hasta, casi, se les reverencia. En otros, como el nuestro, no se les tiene en la misma estima. A veces casi parece que se tienen que ocultar. O se proscriben sus recuerdos y sus reuniones como quieren hacer ahora con los supervivientes del bando nacional de la Guerra Civil o de la División Azul. Esto no se ha hecho ni en Alemania cuando se han reunido antiguos combatientes de la Segunda Guerra Mundial. Y, en nuestro caso, si cuentan sus experiencias, son tachados de «rollazo» o de «abuelos Cebolleta».
En España, a muchos, lo de veterano les suena a marca de coñac.
Afortunadamente existen ya entidades, sobre todo con origen militar, como la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil en las que se agrupan veteranos, no sólo los profesionales de la milicia, sino también civiles que, en su día prestaron su servicio militar o pertenecieron a diversas unidades. Tenemos el ejemplo de, entre otras, la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios, la Hermandad de Veteranos del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey nº 1, la Asociación de Veteranos de Infantería de Marina, Paracaidistas, Unión Nacional de antiguos oficiales y suboficiales de las Milicias Universitarias y otras más que celebran diversas actividades encaminadas, frecuentemente, a recordar los tiempos que compartieron en aquellas unidades y a promover y difundir valores tales como el amor a España y al Ejército, el honor, la responsabilidad, la lealtad, la camaradería, propios de esa «religión de hombres honrados» que era la milicia para Calderón de la Barca o participar en actos como el izado de la Bandera, que tiene lugar en Madrid todos los meses y al que se debería de dar más publicidad para que el mismo fuera presenciado también por la población civil.
Conociendo a Emilio Álvarez Frías, nos inclinamos a creer que este nº 500 de este ya veterano medio de difusión no va a ser un «adiós», sino un «hasta pronto», que deseamos sea más pronto que tarde.