Ramón Tamames dixit
28/MAR.- «En realidad 1934 fue el comienzo de la Guerra Civil»...
Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 734 (28/MAR/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.
Finalizada la moción de censura, presentada por Vox, uno lee después los distintos medios o escucha algunas emisoras, y, el resultado de lo que han escrito o hablado, es muy variado. A mí la exposición del profesor Tamames me ha gustado. He celebrado casi todas sus palabras, pero hay unas, porque es un tema que, siempre me ha interesado, cuando haciéndose eco de las que escribió el historiador hispanista Raymond Carr, afirmó: «En realidad 1934 fue el comienzo de la Guerra Civil». Cuando la bancada de la izquierda, de la extrema izquierda y algunos más, compañeros de viaje, escucharon esta frase se tiraron al monte, algo de lo que están muy acostumbrados, porque, de esta manera, se les venía abajo esa idílica República que nos quieren hacer creer.
Ni tan siquiera esa idílica República le gustó a Pío Baroja, como así lo afirma en su libro Comunistas, judíos y demás ralea:
«Yo no creí nunca en la República que iba a venir, y lo dije muchas veces… Esta será como la República de 1873 o quizá algo peor».
En su libro Ayer y hoy, también escribió:
«La República Española ha vivido en plena dictadura, en pleno despotismo y en plena arbitrariedad. Ha suprimido periódicos; ha metido en la cárcel a gente inocente; ha atropellado; ha tenido el deseo de vejar… el Mundo Obrero, órgano del comunismo, recomendaba contra los fascistas la eliminación integral, es decir la muerte».
Pero volvamos al año 1934 que, desencadenó la «Guerra Civil» y que, por esa razón, Salvador de Madariaga escribió que...
«con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936».
Por otra parte, para Claudio Sánchez-Albornoz
«La revolución de Asturias y el movimiento de Barcelona dieron una estocada a la República que acabó a la postre con ella», y, en otro momento, añadió: «La revolución de octubre, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República. Ella y la vehementia cordis que Plinio atribuía ya a los españoles».
Pero no acaba aquí lo que Sánchez-Albornoz dijo sobre aquella revolución. Cuando regresó del exilio en 1976 declararía en Oviedo, donde fue investido doctor honoris causa por la Universidad de esta ciudad:
«La revolución de Asturias mató a la República».
El también hispanista Payne opinaba que...
«El más grave desafío al sistema jurídico republicano anterior el mes de julio de 1936 fue el que presentaron los socialistas y sus aliados en los partidos de trabajadores, aglutinados en la Alianza Obrera, al sublevarse en octubre de 1934 con el fin de imponer un régimen más revolucionario. Este fue un desafío mucho más grave que cualquiera de las revueltas del periodo 1932 a 1933 porque los socialistas estaban mejor organizados y porque en Asturias tomaron el control de las zonas mineras, estuvieron a punto de conquistar la ciudad de Oviedo y establecieron provisionalmente un violento régimen revolucionario. Los sucesos constituyeron la versión española del “Octubre Rojo” y captaron mucha atención internacional. En general, los historiadores están de acuerdo en que en este punto comenzó el proceso de polarización absoluta que iba a desembocar en los hechos del 18 de julio».
Por su parte, Julián Marías, discípulo de Ortega y Gasset, vio la Revolución de Octubre como algo desastroso que, sirvió para cargarse la República:
«La República murió entonces. Fue la negación de la democracia, el no aceptar el resultado de unas elecciones limpísimas».
Y Gregorio Marañón, escribió:
«La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un intento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar España».
Para José Maldonado, último presidente republicano el exilio, la Revolución de Octubre fue un error porque...
«Si en España había una democracia no era legítimo que se preparara una subversión y es un error frente a una República democrática preparar una revolución social, que desde el principio está condenada al fracaso».
El catedrático de Historia Josep Termes, escribió:
«La revolución asturiana de octubre fue mucho más allá de los límites previstos por las fuerzas de la izquierda republicana hostil a Gil Robles, ya que de sus inicios fue planteada por los trabajadores asturianos como una revolución obrera cuyos objetivos eran la destrucción de la sociedad burguesa, la superación de la República parlamentaria y el establecimiento de un régimen proletario».
Otro ejemplo el del político inglés Anthony Eden ministro de Asuntos Exteriores en el Gabinete de Churchill y que más tarde ocuparía la jefatura del Gobierno, escribió que...
«La rebelión de las derechas de 1936 fue precedida por una rebelión de las izquierdas en 1934 difícilmente más excusable».
El filósofo Gustavo Bueno:
«¿Cómo pueden olvidar en España las corrientes de izquierda que la Revolución de Octubre del 34 equivalía al principio de una guerra civil preventiva?».
Vamos terminando con otro ejemplo reproduciendo lo que escribió el historiador José María García Escudero:
«Decir octubre de 1934 es decir Asturias. Porque fue allí donde hubo auténtica revolución, un principio de guerra civil».
Y ahora sí que termino con unas palabras del socialista Rafael Fernández presidente que fue del Principado de Asturias y yerno de uno de los cabecillas de la Revolución de Octubre, Belarmino Tomás, cuando un día era entrevistado por el periodista del diario La Nueva España, Melchor Fernández Díaz y éste le pregunta qué hacía el día en que se produce el 18 de julio de 1936. Rafael Fernández contesta que se encontraba participando en un mitin socialista en el pueblo de Sotrondio, sito en la cuenca minera de Asturias:
–¿Y qué pensó en ese momento? –le pregunta de nuevo el periodista. Y con enorme sinceridad contestó: –Me alegré. La mitad del país estaba deseando lanzarse contra la otra mitad para aniquilarla.
Con este final, espero que toda la bancada de izquierdas, extrema izquierda y demás ralea que tanto vociferaron con las palabras de Ramón Tamames, se hayan convencido de que el profesor tenía razón. Pero no se convencerán porque para la gran mayoría, la cabeza no les da para mucho más
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