Los Chiripitiflaúticos
Qué recuerdos más maravillosos vienen a mi memoria de aquellos años mozos cuando en Televisión Española se emitían Los Chiripitiflaúticos. Qué tardes de entretenimiento y diversión disfrutaba con sus singulares protagonistas. Valentina, Locomotoro, el capitán Tan, el tío Aquiles, los hermanos Malasombra, Barullo, Muchito y Poquito eran los personajes que daban vida a ese magnífico programa televisivo. Eran los felices años de finales de los 60 y comienzos de los 70. Desde entonces, salvo Los payasos de la tele, que también vienen al caso, no me gustaron tanto. Eran otros tiempos y había otra España en la que imperaban otros valores y otra amena forma de entender la diversión y el entretenimiento. Lamentablemente muchos de sus actores ya han desaparecido pero formarán parte para siempre de la historia del ente público, hoy demasiado sectario e intervenido culturalmente por las élites en el poder, a la sazón la alegre pandilla que nos gobierna y concede no pocas mercedes a los delincuentes acantonados en Cataluña.
La pamema catalana no tiene parangón en el quehacer de la política patria, no hay precedentes de tanta comedia bufa y charlotada desgraciada. La política felona y desleal a nuestra patria del gobierno de Pedro Sánchez, respecto al procés catalán, es de toma pan y moja. No hay por dónde cogerlo, no tiene un pase, en términos taurinos. La infausta historia que se está escribiendo en los anales de la historia de España será inmortalizada, sin exageración alguna, como uno de los más tristes y aciagos periodos jamás vividos y sufridos. El chantaje de los independentistas al ejecutivo socialcomunista es inaceptable e intolerable. Sin embargo habrá más episodios –me temo– de tanto dislate y despropósito gubernamental. La opereta, de feo guion y factura, que se ha montado al respecto no tiene parangón en el mundo de las democracias occidentales europeas. Sus intérpretes carecen de talante y talento, de virtud y genialidad alguna. Son sencillamente, cuando menos, pintureros y alocados en sus empeños y despropósitos.
El tema de los indultos, por muy constitucional que sea su base jurídica, representa todos los vicios que se puedan argumentar conforme a la torticera interpretación de la ley. Nuestra carta magna, es decir nuestra Constitución, se ha convertido en papel de fumar o, más exactamente, en papel de váter. No me dejaran de reconocer que es una burla grotesca y grosera, zafia y de mal gusto, execrable y deleznable. Los delincuentes están en la calle sin ningún propósito de enmienda, mas al contrario, se reafirman en su desafío secesionista, independentista y rupturista de España, disfrutando del patronazgo y mecenazgo del lindo y narcisista presidente del todavía Reino de España. Todo vale, no importan los medios, sólo interesan los fines. Es una vergüenza que tenemos que soportar todos los españoles, una traición en toda regla y un desenfrenado deseo de perpetuarse en el poder a cualquier precio. España está en venta y todo parece indicar que todavía están por llegar los peores dramas al respecto.
Fueron felices y comieron perdices, eso sí, con una factura pagada por el pueblo español. Barra libre y orgía puramente anti española es la dantesca y esperpéntica situación en la que nos encontramos. Se actúa con alevosía y nocturnidad descaradamente, sin luz ni taquígrafos que levanten acta de tamaña bufonada.
Ahora le toca el turno al Tribunal de Cuentas y, por derivación, a la abogacía del estado emitir un informe, nunca vinculante –qué descaro–, para secundar el aval del gobierno de la Generalidad en relación al desvío de fondos públicos para financiar, alentar y promover la causa independentista. Ya sabemos que ocurrirá, sencillamente que el ejecutivo nacional hará lo que le venga en gana. Contigo pan y cebolla y a cantar y danzar con los acordes del himno del Els Segadors. Pena, penita, pena que cantara la faraona con notable éxito es lo que me sugiere tanto dislate y tanto frenesí. La hoguera de las vanidades de nuestro ínclito y presuntuoso presidente se abre camino impunemente, sin escrúpulos ni cargo de conciencia, con soberbia impropia y ninguna discreción. El tablao que se ha montado sobre tan serio, grave y notorio asunto no tendría cabida en el corral de comedias de La Pacheca.
Este desmemoriado gobierno patrio se ha soltado la melena y pone en marcha su particular forma de entender la unidad territorial de nuestra Patria –con mayúscula–. Locomotoro me hacía gracia, Pedro Sánchez me produce repugnancia, náuseas y aversión; Valentina era inteligente y prudente, María Jesús Montero me genera un rechazo incontestable a su charlatanería de feria de poca monta; el tío Aquiles era original, aunque chocheara, sin embargo Pere Aragonés me provoca rechazo, vamos que es como un dolor de muelas; los hermanos Malasombra eran los incompetentes malvados, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart son los pirómanos de la banda de los nueve del procés; Barullo era inocente y rebelde, en extremo simpático, Oriol Junqueras es el caballero de la triste figura y peor cantarín; Muchito era un clon extravagante y ocurrente, Carles Puigdemont se me antoja feo y desagradable, amén de antipático, penoso irritante y molesto; Poquito se presentaba inocentón y jovial, Joaquím Form es muy pesado y fastidioso, un chiquilicuatre a jornada completa, fiestas de guardar incluidas. Dolors Bassa, Carmen Forcadell, Raúl Romeva, Josep Rull y Jordi Turull completan la alegra e hirsuta y desabrida pandilla.
La tragicomedia puesta en escena es un auténtico boudeville, un espectáculo circense que está recorriendo, con notable éxito, los escenarios que les permite su maestro de pista, Pedro Sánchez. De verdad que no disfruto con la astracanada ordinaria, vulgar y farsante puesta en escena. Es un elogio de la locura de un melifluo pasteleo político montado a dos bandas desde Moncloa. Los amotinados y rebeldes prosiguen con su burla, mofa y pitorreo hacia el pueblo español, catalán incluido. Embriagados de poder intimidatorio imponen sus condiciones sin miramientos, sin pudor ni recato alguno. No renuncian a su chirigota ni a su zumba, proclaman por doquier su cantaleta independentista y su chanza libidinosa, por abominable, aborrecible e infame. No se arrugan, se vienen arriba ante los guiños gazmoños de nuestro insigne presidente. Saben de su posición de fuerza ante sus colegas de Madrid y cuentan con la defensa del embajador de la gracieta e insolencia inoportuna, Gabriel Rufián –nunca un apellido hizo tanto honor a su propietario–. El título del show se me antoja que podría ser La farsa de la barretina: ominosa epopeya de la alegre y dicharachera pandilla rebelde.
España está en peligro, la sedición ha sido bendecida desde Madrid, ha recibido todo tipo de parabienes y lisonjas de manera gratuita. La galantería, la adulación y el incienso socialcomunista engrandecen la tragedia y el drama que nuestra Patria padece. No nos engañan, Cataluña es y seguirá siendo España, mal que les pese a los maestros del engaño y de la sospecha, verdaderos artistas del mentir sin fingimiento.