La gran recogida
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.
Como cada año por estas fechas, los bancos de alimentos impulsan la campaña de recogida de alimentos destinados a las personas en situación grave de pobreza, exclusión y desfavorecidos social y económicamente. Es sin duda alguna una iniciativa que se debe apoyar sin excusas ni reparos de naturaleza alguna. La situación en España es verdaderamente dramática para millones de familias que mal viven sin apenas ingresos, e incluso sin ningún tipo de ayudas, incluidas aquellas que prometiera a bombo y platillo el ejecutivo socialcomunista.
Las colas del hambre se han engrosado de manera exponencial y su volumen aumenta día a día, mientras una hambruna desconocida se extiende de forma imparable. No se puede mirar hacia otro lado y bus-car excusas desde las que no participar, colaborar y apoyar de manera activa a este llamamiento casi desesperado.
La Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) es una ONG que nació en el año 1996 con una firme y decidida vocación solidaria que se marcó como horizonte recuperar excedentes de consumo en óptimas condiciones, muchas veces condenados a ser destruidos, para proceder a distribuirlos entre los colectivos con situaciones de grave riesgo de hambre. Nadie puede sentirse excluido de la llamada a participar en auxilio de quienes sufren carencias vitales de primer orden.
La solidaridad es un valor moral superior que se practica con la acción, no con discursos ni palabras más o menos cariñosas. Es muy doloroso –al menos para mí–, saber que millones de compatriotas, o no, no pueden afrontar el día a día sin estas ayudas vitales para poder sobrevivir, sin poder comer, con niños y mayores padeciendo desnutrición mientras, opulentamente, derrochamos y malgastamos grandes cantidades de alimentos.
No caben escrúpulos ideológicos, resistencias morales, o argumentaciones religiosas de ninguna índole. No existen intereses espurios ajenos a la voluntad y el deseo, justo y legítimo, de asistir al necesitado. La solidaridad no es patrimonio ni de esta, ni de aquella ideología, no es exclusiva de credo religioso particular, tampoco es parte del discurso filosófico de ninguna corriente de pensamiento, es un principio moral básico colectivo que debería ser común y ordinario en el género humano. Insisto, el movimiento se demuestra andando, no lamentándonos de manera pasiva de la tragedia que otros sufren.
Tampoco podemos auto exculparnos de toda responsabilidad inculpando a las instituciones, a los partidos, o a cualquier poder público, o privado, de ser ellos los que deberían ser la única solución a la desdicha, la calamidad y la desventura de tantos seres humanos que sobreviven, como pue-den, en su odisea particular por existir en un mundo injusto y poco equitativo.
Los bancos de alimentos, desde hace casi 25 años, vienen desarrollando una excepcional labor y un trabajo fantástico. Quien lo ponga en duda es un auténtico miserable. El reconocimiento a su labor le llegó con la concesión del Premio Princesa de Asturias a la Concordia en 2012.
Un galardón merecido, pero que no hace sino acentuar un reconocimiento social por parte del pueblo español manifestado con el apoyo a sus iniciativas a lo largo de tantos años.
Este año es especial, excepcionalmente adverso. La maldita pandemia y los efectos económicos y sociales que ha provocando, y seguirá provocando, obligan a un esfuerzo sin precedentes para la presente campaña. Entre los días 16 y 22 de noviembre, los 56 bancos de alimentos federados que existen en nuestra Patria, han desarrollado su recaudación. Todavía, en este caso on line, se puede seguir contribuyendo, hasta el próximo 16 de diciembre, con donativos para abastecer unos almacenes que se estaban quedando sin reservas por la multiplicación de la demanda de ayudas solicitadas.
Los resultados, hasta ahora, se pueden calificar de espectaculares, se han triplicado, pero no es suficiente, hay que seguir contribuyendo.
Para aquellos que no estén bien informados, me gustaría aclarar que esta ONG no distribuye directamente las ayudas. Con la asistencia generosa, altruista y esforzada de miles de voluntarios; con los donativos en cargamentos de alimentos de empresas y supermercados se crean de-pósitos, de ahí el nombre, con los cuales se apoya a entidades benéficas que solicitan auxilio. Son éstas las que reparten la comida entre la población. Para concretar la magnitud de la actividad desarrollada durante el año 2019, antes de declararse la crisis, cabe citar algunas cifras: 144.521.221 millones de kilogramos fueros entregados; 722.000 las raciones repartidas; 7.216 las entidades beneficiadas por el apoyo de los Bancos de Alimentos; y 1.050.684 las personas ayudadas.
Me parecen datos verdaderamente espectaculares. Pero este año 2020 superará estos registros multiplicándolos por tres, e incluso por cuatro. Decía antes que las bolsas de pobreza y gentes necesitadas han aumentado su volumen. Lamentablemente, por lo que se prevé, más van a crecer durante los próximos meses.
Dicho esto, con la pretensión de sumarme a la campaña, de sensibilizar y concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de su contribución, de distinguir y reconocer la singular y extraordinaria labor de tantas entidades benéficas que, con decisión y coraje, dan vida a tantísimas personas, debo también manifestar mi orgullo por la generosidad demostrada por tantísimos contribuyentes. La «solidaridad secundaria» es una respuesta ética, sin ánimo de lucro, aconfesional y apartidista absolutamente necesaria.
No se puede esperar, sentados en nuestro cómodo y confortable sillón, que papá estado resuelva todo de manera inmediata. El Estado de Bienestar está en una encrucijada y se encuentra gravemente amenazado por la crisis que venimos sufriendo desde hace más de diez meses. Es hora de sumar voluntades.
Por otra parte, cabe introducir otra imprescindible reflexión de la que derive un comportamiento más responsable. Me refiero al desarrollo de la conciencia ante el mal uso de los alimentos y la lucha contra un vergonzoso despilfarro de recursos. Los españoles somos capaces de lo mejor, pero también de lo peor. Somos un pueblo de contrastes, antagónico en tantas cuestiones, pero, de igual modo, pasional –demasiado diría yo–, y profundamente sentimental. Lideramos, en Europa, la campaña bautizada como «La Gran Recogida» frente a otros países más ricos y desarrollados, pero con sonrojo, bochorno, rubor, vergüenza y sofoco tengo que señalar que también somos el país que más comida tira a la basura cada día.
Miles de toneladas anualmente son despreciadas en nuestros hogares. Sería bueno que, antes de comprar cantidades excesivas destinadas a caducar sin ser consumidas, antes de echar los alimentos por el retrete, o arrojarlos alegremente a los desechos, pensemos en quienes podrían comer con todo ello. También es una forma de ser solidario a través de gestos como estos. La fuerza del ejemplo de la práctica de la austeridad, del control del consumismo, se debe inculcar en el seno de la familia.
Nunca como hoy, nunca como ahora, aquellos principios del Pan, la Patria y la Justicia se ponen a prueba en un contexto tan adverso para nuestros compatriotas. No podemos abandonar al que pide, no debemos olvidar al que sufre.
Es la hora de la generosidad, la humanidad, el altruismo, la bondad y la grandeza de nuestros corazones por poderosas y sentidas razones. ¡ESPAÑA DESPIERTA!