La presidenta en la sombra
Begoña Gómez parece una mujer con mando en plaza, capaz de asistir a un mitin en medio de una tormenta mediática y jurídica sólo para que la jaleen junto a su marido como satisfacción por tantos disgustos.
Publicado en El Debate (8/JUN/2024), y posteriormente en El Mentidero de la Villa de Madrid (11/JUN/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Mirando alrededor no hemos avanzado demasiado desde mi anterior columna, salvo en la campaña electoral de las europeas que se ventilarán mañana y que, en honor a la verdad, nunca supusieron un referente para el ciudadano al menos en España. Mañana será la excepción y sus resultados se analizarán con lupa. Más allá de la entrada de Irene Montero, salvavidas para poder mantener el casoplón, y lo que consiga Yolanda Díaz en sus últimos episodios al servicio de su amo, porque acabará padeciendo lo que ella hizo padecer a tantos, la cuestión candente será el resultado que consigan PP y PSOE. Los partidos suelen alardear en sus previsiones. La realidad modera sus euforias.
Sánchez es políticamente un resistente. Lo dijo él mismo en un libro que le escribieron. Es capaz de cualquier ocurrencia. En la última semana sorprendió al personal con una nueva carta sobre sus cuitas y su amor conyugal. Ya casi habíamos olvidado la carta anterior, previa a su retiro para reflexionar sobre un tema que presentó como incógnito y luego nos enteramos que ya conocía. Esta vez no hay sorpresa: asegura que continuará en Moncloa pase lo que pase. No está dotado para la literatura epistolar.
Patxi López, siempre en primer tiempo de saludo, produjo un silencio y un desplante. El silencio negándose reiteradamente a responder a la pregunta de un periodista acreditado en el Congreso porque no le gustó; además dijo que él sólo contestaba a periódicos. Todo ha cambiado mucho. En mi tiempo de informador parlamentario esa grosería hubiese llevado al abandono de la sala por los periodistas. Recuerdo cuando pusieron sus cámaras a los pies de Aznar por un tema mucho menor. Esta vez nadie dijo ni pío y el inteligente Patxi -es una ironía- «fuese y no hubo nada».
Patxi, el hombre que fue lendakari gracias a los votos del PP nunca agradecidos -otra ingenuidad-, se refirió, también en el Congreso, a Begoña Gómez como «presidenta del Gobierno» ante un grupo de periodistas que en este caso tampoco abrieron la boca. Menuda sorpresa: Begoña Gómez presidenta y nada menos que en palabras del portavoz del sanchismo, antes PSOE. Tras darle vueltas al tema he llegado a alguna conclusión. En esta locura que vivimos no me parece disparatada.
¿Y si los observadores estuviésemos errados? Begoña Gómez parece una mujer con mando en plaza, capaz de asistir a un mitin en medio de una tormenta mediática y jurídica sólo para que la jaleen junto a su marido como satisfacción por tantos disgustos. Puente, ese ministro tan dulce y educado, comentaba la normalidad de que el matrimonio que reside en Moncloa, salga y pasee por las calles. Pero Sánchez elude el contacto con la gente. Siempre le abuchean. No le veo muy popular, aunque se conforme con los aplausos desde su lado del muro que ha creado.
No dejo de preguntarme si la presidenta realmente es Begoña Gómez. Podría serlo, iniciativa tiene. Acaso aporta la idea inicial, aconseja cómo enfrentarse a los problemas, se ocupa de las relaciones especiales de su marido, y, como en muchas familias, lleva las cuentas. De ahí la inquietud y el nerviosismo de Sánchez. Esos emparejamientos con protagonismo femenino se han dado no poco en política. Nicolae Ceausescu y Elena en Rumanía, Mao Zedong y Jiang Qing en China, Néstor Kirchner y Cristina en Argentina, Bill Clinton y Hillary en Estados Unidos, y Daniel Ortega y Rosario en Nicaragua…
Todas las intervenciones de Sánchez desde hace semanas están ligadas al «caso Begoña», que utiliza como parapeto. Habla y sólo insulta. Me pregunto qué habrá detrás. Porque haberlo haylo. Mira que se ha hablado de Begoña Gómez, y la protagonista no ha dicho una palabra, y Sánchez no ha dado la más mínima explicación, con lo fácil que hubiese sido aclarar las dudas. Ataca a todos, esparce su fango que achaca a otros, pero no aclara lo que, por su silencio, tendrán que aclarar los jueces. Y por encima del calado penal, lo que no tiene duda es que las prácticas conocidas no son éticas ni estéticas. ¿Y si la que manda es Begoña? ¿Y si la ambiciosa es ella? ¿Y si detrás de las grandes decisiones de Sánchez, incluso su vuelta a la política tras su abandono forzado, está Begoña?
Y Sánchez ha mentido, nada nuevo. Señaló que era una regla no escrita no irrumpir con una resolución judicial en una campaña electoral. Falso. El juez Baltasar Garzón actuó en plena campaña electoral en el «caso Bárcenas». Y sus ministros reiteran que Manos Limpias es un espantajo de ultraderecha, y olvidan que la izquierda y el sanchismo, antes PSOE, jalearon a esa supuesto extrema derecha cuando llevó a los tribunales a Urdangarin, porque era yerno del Rey Juan Carlos. Sánchez ha acusado y desprestigiado a los jueces; un presidente de Gobierno lesionando gravemente a uno de los Poderes del Estado. Mentiras y cinismo; es lo que hay; explicaciones, cero.
No me quito de la cabeza las doctas palabras de Patxi López sobre Begoña. Acaso fue un desliz, como a quien se le escapa un secretillo. Begoña, la presidenta en la sombra.