Aquí sumo treinta y dos
15/DIC.- El presidente del PSC, Miquel Iceta, en su afán por reforzar la ingeniosa teoría política de su jefe, Pedro Sánchez ⎼que ha vuelto a hablar de nación de naciones⎼ se ha puesto a contarlas.
Aquí sumo treinta y dos
Y, si se quiere, precedida la suma por la expresión ¡Por la cruz de San Andrés!, que Zorrilla pone en labios de don Luis Mejía cuando cuenta los muertos por mano de su adversario don Juan Tenorio. Porque algo semejante ha dogmatizado el inefable Iceta al echar la cuenta sobre las naciones que dice componen España.
- En su afán por reforzar la ingeniosa teoría política de su jefe ⎼o subordinado, como dicen voces maliciosas⎼, Pedro Sánchez ⎼que ha vuelto a hablar de nación de naciones⎼ el presidente del PSC se ha puesto a contarlas y, de momento, le salen nueve. Nos imaginamos que, con estas especulaciones en el ámbito del Derecho Político, ambos doctores van, no solo a optar a cátedra, sino aspirar al Premio Nóbel ante la complaciente Academia sueca.
Uno, que es doctor (pero de verdad), se permite discrepar humildemente, pues le salen más de las treinta y dos del encabezamiento, al otorgar por mi cuenta y riesgo el carácter nacional a regiones naturales, comarcas, poblaciones con solera histórica, agrupaciones de municipios, pueblos de renombre y, por qué no, a mi Villa de Gracia, que, por si no lo sabían, fue anexionada a la fuerza por Barcelona a principios del siglo XIX; ¡pues no tenemos pocos hechos diferenciales los gracienses…!
- De hecho, el belén en que se han metido ambos dirigentes socialistas tiene su origen en aquella inaudita concesión a los particularismos regionales que acometieron los apresurados redactores de la Constitución, al incluir lo de nacionalidades y regiones en el texto de la Carta Magna; casi todos los políticos y ciudadanos pasaron por alto este redactado, pero hubo voces de insignes pensadores, como el recordado Julián Marías, que vio en este detalle una bomba de espoleta retardada para hacer trizas la solidaridad de loe españoles y la unidad de España, que es, en el fondo, lo que pretendían los nacionalistas que se avinieron al consenso triunfal de aquellos años de la Transición.
No voy a intentar dar una clase sobre el tema a ambos políticos de la cuenta de naciones, pues ello escaparía a la necesaria concisión de este artículo; tampoco voy a recomendarles lecturas ad hoc, porque consta que no son aficionados, pero me permitiré resumir la enumeración que formula Gustavo Bueno –en el supuesto de que conozcan su existencia⎼ de los posibles sentidos del polisémico término de nación, de donde parte, no digo la confusión, sino la maquiavélica estrategia de los propósitos sanchistas e icetistas: sentido biológico (lugar donde uno ha nacido, sin más implicaciones), sentido étnico (como aquello de la nación sioux de las películas del Oeste), sentido canónico o político (derivado del sentido histórico y que se refiere a las naciones constituidas en Estado) y sentido fraccionario (esto es, el de los secesionistas).
- Porque este último sentido es donde les duele. Todo el problema estriba, a corto plazo, en conseguir los apoyos del separatismo para la investidura, y, a medio o largo plazo (depende de las tragaderas que tengamos los españoles), en convertir España, no en un Estado Federal (ya saben: una única nación con varios Estados administrativos), sino en una Confederación, en la que las naciones preexistentes firmen un pacto o convenio, revisable como tal, para coexistir de momento juntas en tanto les convenga.
En los planes de ese teórico Estado Confederal acaso se permitiría que, al modo medieval, la Corona siguiera ejerciendo un mero papel simbólico, pero solo en tanto no se alcanza la fórmula más feliz de una República que entroncara con aquella que desapareció, de derecho, en abril de 1939 y, de hecho, en febrero de 1936.
- Pero los separatistas no se andan con tantos matices ni esperas, sino que su propósito claro es desmembrar territorios del conjunto español y elevarlos a la condición de repúblicas independientes, donde puedan ejercer su derecho de pernada las oligarquías localistas, que son las que en verdad están manipulando a las masas ensoberbecidas, ya para el voto ocasional, ya para el motín incendiario callejero. El intento de Sánchez y de Iceta con su nación de naciones es, además de estúpido, ineficaz y criminal desde el punto de vista de la historia, de la convivencia en el presente y de los proyectos para el futuro.
España es, además de una clara nación canónica, política e histórica, una construcción multisecular y multigeneracional, erigida con el esfuerzo y la sangre de muchos antepasados; esta es su justificación ante el pasado, pero, sobre todo, debe ser un proyecto sugestivo de vida en común o, en otra definición clásica, una unidad de destino en lo universal; lo malo es que los políticos del Régimen vigente nunca han atinado a diseñar ni encauzar esa empresa unitaria.
- El presente necesita acierto en el tino, pero el futuro encierra la obligación ineludible de que España sea un legado que hay que entregar, mejorado, a quienes nos sucedan, No pueden malograrse ambos por ambición política por sectarismos de partido o por frivolidad de quienes echan las cuentas para calibrar el número de naciones que la componen.