En camisa de once varas
Sin que sirva de precedente, voy a escribir sobre política, tema del que ya saben los lectores que no soy experto en absoluto, y, más rotundamente, del que no quiero entender. Parafraseando, sin el menor intento de irreverencia, la frase evangélica, mi reino está muy distante del mundo que me ha tocado vivir. Tampoco soy nada profeta, por lo cual puede muy bien ocurrir que, si se publican estas líneas, mi desenfoque con la realidad quede patente.
Por lo tanto, he seguido con un interés relativo la campaña electoral en Castilla y León, logrando no caer en profundo sopor al leer las noticias o escuchar las peroratas de los candidatos en los telediarios; no obstante, ni soy abstencionista radical y me preocupa, eso sí, todo lo que pueda redundar en el futuro de la España que han de vivir mis hijos y mis nietos. Digamos que procuro estar al día por puro patriotismo y nada más.
Como es lógico, el resultado final ha estado a años luz de las previsiones augúricas del CIS de Tezanos, tan manipuladas ellas; tampoco suelo hacer mucho caso de los sondeos que se publican porque las carga el diablo, sin señalar: cada medio, partido o institución las utiliza para sus propios deseos, para convencer a los indecisos masificados, con desprecio de la estadística, cuyos rudimentos aprendí en mi facultad in illo tempore.
Ha ganado el PP, no con distancia relevante de su oponente el PSOE; lo que más destaca es la espectacular subida de Vox, esa bête noir para el resto de los partidos; también, la caída en picado de UP y de Ciudadanos, lo que era de esperar por sus respectivas trayectorias, y el auge de los partidos localistas, que han obtenido la atención y el voto de los desengañados ciudadanos de la España vaciada.
Mi primera reflexión dolorosa es que Castilla y León está tan dividida como el resto de España; el Sistema ha conseguido que, como dijera el poeta, mi patria esté partida por gala en dos; esa es una de las maldiciones que venimos arrastrando secularmente, y me temo que esa fragmentación de conciencias tiene dos características que la diferencian de otras naciones de nuestro entorno: la primera, una fácil derivación hacia el apasionamiento ━no sé hasta qué punto atávico━ y la segunda, el empecinamiento en atribuir las expectativas de cada mitad a los sobados y vetustos conceptos de izquierdas y derechas, identificados con siglas concretas.
Como decía, lo que más destaca es la subida de Vox, que lo convierte en árbitro de la situación; y aquí vienen el llanto y crujir de dientes del resto. Vayamos por partes: ¿cuál es la prioridad del PP en esta España partida? Por lo que parece, desbancar a Sánchez y a su cortejo de aliados del sillón y del colchón de La Moncloa, o esto se deduce del encarnizamiento en los debates parlamentarios; si esto es así, ¿qué más lógico que formar un gobierno de coalición, sin más dengues y prevenciones? Nadie se acuerda ya ━ni los protagonistas━ de aquella ferocidad rayana en la mala educación con que Pablo Casado rechazó la moción de censura presentada por Vox; y, en todo caso, ya sabemos que la política es cambiante y propensa a las rectificaciones y aun a las mentiras, y, en este punto, creo que casi nadie en la historia ━salvo el Enrique francés de París bien vale una misa━ ha ganado a Pedro Sánchez; poco se le podría echar en cara a los señores Casado y Fernández Mañueco en este sentido.
Pero el PP se ha apresurado a descartar el pacto con Vox, aunque luego rectifique a tenor de las circunstancias; si habla de pactos contra natura, tiene delante el del PSOE con Bildu, ERC y demás hermanos mártires… Claro que un Vox exultante se ha encargado de avisar de que no va a regalar una investidura, así como así, y que está dispuesto a unas nuevas elecciones si hace falta. Crudo lo tiene el PP en su decisión… ¿Y qué ocurriría si, un día acaso lejano, Vox tiene la llave de la gobernabilidad de España entera? Adelanto un vaticinio: todos, sin excepción, unirían sus fuerzas y sus escaños para cerrarle el paso. ¿Y qué tiene Vox para tanta inquina? Simplemente, representar una rebelión contra la corrección política del Sistema, del pensamiento único, que es a modo de unos principios permanentes e inalterables del neo-movimiento del Sistema global.
Me apresuro a afirmar que no estoy afiliado a Vox, y de este partido hay cosas que me gustan más, otras menos y en algunas discrepo abiertamente, en especial en su acomodación a ultranza en lo económico y social, y en su impronta identitaria, si bien este último punto ha sido bastante matizado por su representante en el Parlamento Europeo.
En cuanto a esa enemiga furibunda de todos hacia el partido de Santiago Abascal y en la melindrosa actitud del PP, solo se me ocurre una explicación: todos los líderes y partidos del Sistema reciben instrucciones superiores en lo que atañe a lo fundamental. Es decir, la política nacional de España se decide a extramuros; lo que no puedo llegar a saber ━ya he dicho que no entiendo de política━ es dónde están exactamente las trastiendas, quiénes mueven los hilos invisibles que deciden cada jugada.
Precisamente, cuando estoy dando fin a este artículo, me llega la noticia de la embestida frontal del PP contra quien ha tenido la virtud de colocarlo al frente de la Comunidad de Madrid, es decir la señora Isabel Ayuso; esto ya es una constante entre los populares: ir dejando cadáveres en la cuneta, los de quienes osan discrepar de la línea oficial, que acostumbran a ser quienes proporcionan victorias. Si esto no da que pensar, que venga Dios y lo vea…
Y, que conste, tampoco soy en absoluto conspiracionista ni nada que se le parezca. ¡Por una vez que me meto en camisa de once varas…!