La mala prosa política
La sórdida prosa política de hoy ha de ser reemplazada por las palabras acertadas, exactas y medidas de una poesía de la esperanza.
Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 797 (12/SEP/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.
Hoy me he levantado con la vena poética, vaya usted a saber por qué; quizás porque he superado felizmente algunos problemillas gástricos de ayer, causados por la ingesta imprudente de las noticias de los telediarios y el cuerpo me pide una compensación.
Abro, para empezar, unas páginas del recordado Aquilino Duque y libo de su poesía, tan maravillosa y, sin embargo, tan silenciada en vida y olvidada en su muerte por algunos; retengo en la memoria unos versos: España hecha y deshecha / y, como siempre, dividida / en hijosdalgo e hideputas; no caben las denuncias ni los melindres pues hay que aclarar que el poeta se refiere al tiempo de Cervantes, pero ¿verdad que es sugerente? Por si las moscas, elijo otros versos que no se prestan a confusión ni a juzgados de guardia: Estar vivo en secreto es cosa grave, / es ir contra corriente y cara al viento. Genial nuestro poeta sevillano.
En contraposición a la belleza poética, a la propuesta que encierran estos últimos versos seleccionados y a la tentación ucrónica que encierran los primeros, sabemos que el presente de España se está escribiendo en mala prosa, plagada de párrafos inconexos, de solecismos, de anacolutos y del fácil recurso de los puntos suspensivos; todo ello, amén de abundantes faltas de ortografía y de sintaxis, de esas a las que ya no se les da importancia en la enseñanza, desde la ESO hasta la Universidad; regada, eso sí, con el caldo espurio del dialecto políticamente correcto.
Es molesto y difícil, en consecuencia, interpretar esa prosa, por lo demás chabacana y muestra de escasa cultura. Intentémoslo en la medida de lo posible, traduciéndola al lector de estas líneas: dos candidatos a presidir el próximo Gobierno de España, ambos a la búsqueda de posibles pactos, alianzas o abstenciones para lograrlo; el más llamativo es el actual presidente en funciones, que nos ha gobernado apoyado en el más extraño conglomerado de fuerzas que vieron los siglos.
Ahora, su más que prosaica intención dice ser la misma que patentó en su día el último secretario general del Movimiento y primer presidente de Gobierno del Nuevo Régimen: hacer real y legal lo que está en la calle. No hace falta repetir algo que ya se dijo con bastante sorna hace más de cuarenta años: ¿legalizar la droga, la corrupción, la delincuencia, la okupación…? Centrémonos en su intención: hacer más visible y operativo aun el nacionalismo identitario, insolidario y secesionista de aquellos partidos que, merced a unas atrabiliarias leyes electorales, tienen la llave de la investidura; incluidos, por supuesto, quienes perpetraron un sonado golpe de Estado en 2017; al parecer, una de las primeras condiciones que pone el cabecilla golpista es una amnistía total para él, prófugo de los tribunales, y para toda su camarilla, que ya fueron indultados por la Gracia de Sánchez.
A tal efecto, esa señora a la que llaman festivamente la Fhasionaria se ha trasladado a Bélgica para facilitarnos imágenes sorprendentes y curiosas: una vicepresidenta del Gobierno español haciéndole cucamonas a un delincuente confeso y condenado. He oído que también el otro candidato hizo pública su intención de abrir un diálogo con el fugado; se desmintió inmediatamente, por aquello de las bases, pero no sabemos a ciencia cierta si simplemente quedó en anuncio y conato; lo cierto es que quedó en ridículo espantoso.
A todo esto, ¿qué opinan los destinatarios de la adocenada prosa de nuestros políticos, es decir los ciudadanos? Nos parece que se limitan a seguir, escasamente apasionados, las serpientes de verano suministradas como placebo, tales como los crímenes sórdidos en lugares exóticos, los besos robados o consentidos o los crepúsculos de los artistas; atonía o, al decir de Ángel Ganivet, abulia; en todo caso, afasia, pues casi nadie levanta la voz para gritar aquello de Blas de Otero: España, camisa / limpia de mi esperanza / y mi palabra viva…
Por supuesto, aparte de mi poético despertar de hoy, no se trata de convertir la posible solución del problema de España en unos juegos florales. Hacen falta urgente, sí, poetas-políticos (enamorados de la poesía que promete, pues la poesía que destruye ya lo aportan los separatistas), poetas-economistas, poetas-buenos gestores, poetas emprendedores, poetas con redaños y, sobre todo, poetas jóvenes que sepan volver al soneto con endecasílabos actuales.
No se trata, señor Sánchez, de hacer de ley todo lo que sucede en la calle, quizás todo lo contrario: llevar a la calle, convertida en aula permanente, toda una pedagogía poética española, en la que jamás pueda imperar el odio. Se trata de construir una España de vivos y no de muertos, y dejar descansar a estos en sus sepulturas. Poesía española, en todo caso, de amor, en palabras ahora de Ramón de Garciasol: Amor sin odio, España. Tú me dices / que sobre el ocio no prospera nada.
La sórdida prosa política de hoy ha de ser reemplazada por las palabras acertadas, exactas y medidas de una poesía de la esperanza. Por ello, permítanme que termine con una forma de oración de Javier de Bengoechea: “España, España, España, / y otra vez, y otra, y otra, / toquemos a rebato para que Dios nos oiga.
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