De coronavirus y conspiraciones
Confieso que siempre he dudado, más bien burlado, de las llamadas ‘teorías de la conspiración’. Me han parecido ‘cosas de niños’, relatos de fantasía para mentes calenturientas y poco racionales. Aunque he de decir que también, cuando oigo esto y aquello sobre poderes ocultos, gobierno mundial en la sombra, y otras lindezas del género, también me ha quedado aquel pellizco mental que se puede expresar con la frase: ‘¿y si fuera cierto?’.
Pero cuando esto me sucede, enseguida mi ‘yo racional’ –tantas veces traicionado, por otra parte–, me apunta con su dedo acusador para decirme: ¿pero no te da vergüenza comportarte como un chiquillo?. En fin, no sé. Tal vez se deba eso a que soy géminis, y laten en mí dos personalidades: la racional y la crédula.
La cuestión es que, con esto del coronavirus, vuelvo a sentir, a ráfagas, ese pellizco. Me lo han proporcionado últimamente dos manos (o sea, que el pellizco ha sido doble): por una parte, la lectura de dos entrevistas a Daniel Estulin –una en La Vanguardia, de 23 de noviembre de 2015, y otra en La Razón, del pasado día 24 del presente mes–, peculiar personaje y escritor, con interesantes incursiones en el campo de lo conspiranoico a escala planetaria desde hace muchos años; por otra, una nota enviada, vía whatsap, por un querido camarada.
El resumen de la duda provocada en mí por estos dos pellizcos es éste: ¿las cosas suceden porque sí, o porque alguien hace que sucedan? Máxime si lo que sucede es tan inusual, tan inaudito, tan extravagante, tan extraordinario, como lo que está sucediendo ante nuestras narices en el mundo, con especial incidencia en España: la irrupción de una pandemia feroz que afecta a la salud de las personas, que será (que ya está siendo) la desencadenante de otra pandemia, ésta económica, que afectará al mundo de manera mucho más destructiva que todas las crisis de esa naturaleza que el planeta ha vivido en toda su historia.
Estulin llega a decir que esta segunda pandemia arrasará el orden mundial que conocemos hasta ahora, ¡en el plazo máximo de un año!
La teoría de Estulin no despeja el interrogante que toda novela policiaca plantea (y esto que estamos viviendo se asemeja mucho a una novela policiaca, serie negra): ¿cui prodest?, ¿a quien aprovecha? Bien es cierto que él deja entrever que el villano es el poder financiero mundial, insinuación que yo reputo vaga.
Por su parte, la teoría que me envía mi amigo (de la que él no es autor, sino mero transmisor) afirma paladinamente que la beneficiaria de lo que está pasando es China, aunque de rebote si nos atenemos otra vez a lo dicho por Estulin en su entrevista de La Razón, en la que dice participar en cierta forma de ciertas insinuaciones del Gobierno chino en el sentido de que el virus fue introducido en el país asiático por el Ejército americano.
O sea, que aunque China hubiese sido perjudicada en un primer momento, habría obrado rauda y astutamente para conseguir beneficios a posteriori, como primera potencia industrial y proveedora del resto del mundo. ¡A eso se llama hacer virtud del vicio!
Pero lo más impactante de lo sostenido por Estulin resulta ser una evidencia que todos tenemos ante la vista, aunque no sé si en el sentido que él apunta: el confinamiento de la población es un ejercicio preventivo de control sobre las masas, un ensayo de lo que está por venir; se están tomando ya medidas de tipo marcial y de toque de queda, ante el más que probable estallido social sin precedentes que se avecina.
O sea, que el ejercicio preventivo del control sobre las masas ya está entre nosotros. Según el analista Javier Esparza, los pasos que se están dando en España, de forma real y no simulada, se están aplicando ya en tres frentes: reforzamiento extremo del poder ejecutivo (poderes absolutos derivados del estado de alarma), neutralización del poder legislativo (suspensión de la actividad de las Cortes), y reducción del poder judicial (fiscalía del Estado sometida a los intereses del Gobierno). El confinamiento de las masas es la parte más visible del programa.
En resumen: tal vez sea caer en la categoría de bobo de baba creer a pie juntillas en conspiraciones y conspiradores, pero sería serlo sin paliativos creer que nada sucede y que todo es debido a una concatenación de casualidades. Hemos de estar atentos. Miremos la luna, no el dedo que apunta a la misma.