Adiós, racionalismo, adiós
El racionalismo sobre el que supuestamente se sustentaba el proyecto Ilustrado ha mucho tiempo que dejó paso al relativismo, subjetivismo y emotivismo inherentes a la postmodernidad en aquello que se refiere a construir la identidad personal y social.
Pero precisamente porque no hay nada más inestable que los sentimientos, al punto de la irracionalidad en no pocas ocasiones, he ahí lo que hace nocivo al paradigma postmoderno.
Pues si son tales sentimientos y no la realidad objetiva los que siempre van a determinar nuestras decisiones, entonces queda automáticamente legitimado cualquier tipo de voluntarismo, por anómalo, grotesco y degenerado que sea.
De lo que se concluye que si lo que nos mueve en la vida no es el bien y la virtud debidamente encauzados bajo una autoridad ordenada sino sólo las emociones y los deseos, más temprano que tarde alguien sabrá cómo manipularlos en su beneficio.
¿Verdad que sí, Soros y Cía?