El gran engaño de la 'democracia'.

22/ABR.- El resultado de tamaña estafa no podía ser otro que la reducción a la categoría de 'masa de individuos' de lo que otrora era 'pueblo orgánico y participativo' en las cuestiones locales, gremiales y nacionales.

No hay un sólo día en que en España no se nos diga, cual axioma incuestionable, que vivimos en democracia, que el período transcurrido desde hace cuatro décadas ha sido plenamente democrático y, por ende, el mejor de nuestra historia reciente.

Ocurre que los muchos apologetas y corifeos del R7 siguen sin definirnos a qué clase de democracia se refieren... no en vano decía Juan Domingo Perón que «el concepto de democracia pocas veces fue debidamente especificado con claridad suficiente para que el pueblo supiera de qué se trataba».

En ese sentido, la Transición ha sido presentada como una liberación frente al régimen anterior ⎼el malvado franquismo, por supuesto⎼, cuando la realidad es muy otra.

Porque si analizamos en profundidad dicho proceso (iniciado en 1957 tras el fracaso de los planes de Arrese para institucionalizar el régimen del 18 de julio en base a los principios de Falange, encarrilado en 1969 con el nombramiento de Juan Carlos I como sucesor ⎼a título de rey⎼ del generalísimo, acelerado a partir de 1975 con la desaparición de Franco y consolidado desde 1982 con la llegada del PSOE al poder) vamos a encontrar un carácter de continuidad en el mismo más allá del cambio de fachada, en aras a conseguir dos objetivos fundamentales: la preponderancia absoluta de nuestras oligarquías (ya sean políticas o económicas, centralistas o periféricas) e impedir una España soberana.

Así las cosas, en 1978 se restauró la monarquía liberal y con ella la consecuente partitocracia, lo que supuso el poder omnimodo de la casta y la cuasi exclusión del pueblo de los centros de decisión, por más que se le permitiera ⎼cual graciosa concesión⎼ el introducir un sobre de papel en una urna cada cuatro años… para después invitarlo, entre elección y elección, a mirar el espectáculo por televisión de discusiones distractivas y operaciones de manipulación, bien lejos de los invisibilizados espacios donde se cocinan las verdaderas decisiones que le afectan.

El resultado de tamaña estafa no podía ser otro que la reducción a la categoría de masa de individuos de lo que otrora era pueblo orgánico y participativo en las cuestiones locales, gremiales y nacionales, agigantándose de tal modo la brecha entre población y casta.

La laminación de nuestro espíritu nacional, el aumento desmesurado de nuestra deuda externa, la destrucción de nuestra estructura productiva, la implementación de ingeniería social tendente a ⎼toda vez que a enfrentarnos⎼ cortar nuestras raíces, descalificar nuestra tradición y arrumbar los valores de nuestra cultura nacional... he ahí los hitos de la democracia que nos hemos dado, esa donde los partidos se erigen en las únicas organizaciones válidas para acceder a la participación política y la toma de decisiones.

Cuando, en puridad, la verdadera democracia consistiría en la plena integración del pueblo en todas aquellas instituciones que le garanticen poder de decisión sobre las cuestiones que le afectan: porque una democracia es cuando el gobierno defiende como interés primordial el del pueblo, justo lo que no ocurre ⎼ni de lejos⎼ hoy.




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