La necesidad sanchista, de virtud nada.

Debieron elegir otras alternativas en lugar de esa mal llamada necesidad, (...) debieron hacer la virtud y el bien que según dicen conlleva aunque no fuera una necesidad.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid (7/DIC/2023). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Dice el señor Sánchez que al pactar con los delincuentes de Junts per Cat., condenados por el Tribunal Supremo, su ley de amnistía (y demás cosas, todavía secretas) ha hecho de la necesidad virtud. Y dice don Oscar Puente, recién nombrado ministro por él, que si los votos de Junts no les hubieran sido necesarios para lograr mayoría en el Congreso de los Diputados probablemente no hubieran hecho tal pacto; pero añade que valía la pena y convenía hacerlo por la conciliación así lograda.

Eso de que sin necesidad no lo hubieran hecho, aunque es virtuoso y bueno, parece un poco enrevesado...: si esa amnistía es inconstitucional, como ellos mismos afirmaban hasta las vísperas de las elecciones del 23 de julio, asegurando que nunca la otorgarían, debieron elegir otras alternativas en lugar de esa mal llamada necesidad: y si es constitucional, como pretenden ahora, debieron hacer la virtud y el bien que según dicen conlleva aunque no fuera una necesidad. Quizás aclare algo la cosa recordar que ser presidente del Gobierno supone para el señor Sánchez, según lo que dijo en la sesión de su investidura, una imperiosa necesidad, irrenunciable aunque conlleve muchos males. De ahí su rechazo a cualquier alternativa que lo privase de ello, como podría haber sido un referéndum o unas honradas elecciones tras conocerse sus propósitos.

Al proyectar esa amnistía, el colectivo del señor Sánchez y los suyos parece comportarse como los reyes absolutos: sueltos, no obligados a la ley, independientes. Se ponen por encima de la Constitución, cuya letra no autoriza la amnistía y cuyo espíritu la prohíbe tácita pero rotundamente (Art. 62, letra i); se ponen por encima del Tribunal Supremo, que así queda mancillado; y, dado el carácter de toda amnistía, con ella no sólo se perdona, sino que, como acepta incluso Felipe González desde su expresidencia del PSOE, se pide perdón a los delincuentes, cual si fuera culpable el régimen español que los condenó, que así pasa a ser condenado. Y todo esto forma parte, efectivamente, de la llamada necesidad que, inconcebiblemente, han aceptado a cambio de ese Poder eventual, que sólo tendrán mientras sirvan a los sediciosos; pero ¿dónde está la conciliadora virtud lograda con tan desastroso sacrificio? Aquí lo que se ve sin duda ninguna es su ventaja, su provecho particular, su renovación del Poder a costa de todo lo antedicho, y de lo que venga.... Lo que se ve, por mucho que se repita lo contrario, es que con tal proceder, en lugar de propiciar el diálogo y la armonía convivencial entre los españoles, se está sembrando la discordia, según era previsible y demuestran todo tipo de escritos y demás manifestaciones surgidas desde los más diversos ámbitos. Predicarnos que así se logra la concordia, como repiten una y otra vez, es, visto lo visto, pretender hacernos comulgar con ruedas de molino.

El necesario desbarajuste institucional que esa amnistía conlleva se agrava precisamente porque, lejos de procurar esa virtuosa conciliación que pregona, el señor Sánchez se muestra desde el Gobierno beligerante contra la España que la rechaza. Ya antes de las elecciones, en alarde no muy democrático, pedía el voto a su gente para que no gobernase la derecha. Ahora, ante el rechazo a su amnistía, se dijo dispuesto a levantar un muro separador entre los suyos y la España derechista que no lo apoya. Se muestra dispuesto a gobernar sólo con y para la España buena, que, con un maniqueísmo radical, parecen considerar exclusivamente la suya, la de quienes apoyan su conducta. Su pregonada conciliación excluye a la España derechista, que reúne los 171 diputados del PP, VOX y UPN, y que, con los 5 del PNV y los 7 de Junts, coyunturalmente al lado de Sánchez porque este apoya su separatismo, pero tan de derechas como el que más, suman realmente 183. Es decir, mucho más de la mitad del Congreso de los Diputados y, por supuesto, de la sociedad española. A lo que se une la aún más sobrada mayoría derechista en el Senado actual. Y uno se pregunta, ¿es virtuoso tomar tales decisiones y gobernar en esa minoría moral?; ¿es virtuoso gobernar con esa endeble mayoría parlamentaria que sólo se puede mantener sirviendo a los sediciosos, que se dicen dispuestos a repetir su golpe (ya sin delito ni castigo en cuanto en las Cortes se apruebe su amnistía)?; ¿dónde está la virtud que dicen hecha? ¿Cómo justificar sus virtuosos fines, si es que hay algo más que su indudable negocio particular, y, sobre todo, como justificar los referidos atropellos que conlleva  el medio utilizado?

Y todo indica que este hacer de la necesidad virtud sólo está empezando. Cada día vemos materializarse un inconcebible y detestable paso más. Ahí tenemos ahora a nuestras Cortes, sede de la soberanía nacional, relegadas a poco más que votar los acuerdos previamente discutidos y pactados en el extranjero, al margen de ellas, sin luz ni taquígrafos, por algunos representantes del PSOE y de los sediciosos de Junts (cual si representasen a dos Estados soberanos) asistidos, para mayor vergüenza nacional, por mediadores o fedatarios extranjeros, porque los negociadores, que ya se conocen, dicen no fiarse unos de otros. ¿A qué virtuosa situación se va por aquí?

Pues aún más grave es que el señor Sánchez y compañía parecen poder ir impunemente casi a donde quieran. Sí. Porque así lo han preparado durante estos pasados años ocupando metódicamente, con tendencia totalitaria, los diversos resortes del Estado. No se trata sólo de instituciones como la Fiscalía del Estado, el Tribunal Constitucional, el Instituto de Estadística, el CIS y otras instituciones estatales ya ocupadas; o de su actual y tenaz pugna por actualizar, haciéndolo suyo, el Consejo General del Poder Judicial. Esto llueve sobre mojado: se une a su totalitaria manipulación de la idea de nuestro pasado, que evoca la novela 1984 de Orwel, mediante la leyes de Memoria Histórica y Memoria Democrática, con las que establece una verdad oficial de la que prohíbe disentir; manipulación de la idea del futuro, con la condena moral de todo el que niegue la bondad de los empobrecedores sacrificios del presente en pro de disposiciones gubernamentales, que es obligado cumplir, relativas al supuesto freno del calentamiento global y de las idealizadas agendas 2030 y 2030-2050; y manipulación de la idea del presente, uniendo a lo ya referido la persistente y poderosa acción de sus actuales medios de comunicación social para la creación de una especie de neolengua, también orweliana, con el retorcimiento del sentido de ideas y palabras.

Si no cultivamos, defendemos y difundimos nuestras verdades cada vez sufriremos más desinformación, y los supuestos gobiernos de opinión mayoritaria, serán gobiernos de manipulación, que podrán pasar por necesario y virtuoso casi, casi,... lo que quieran.




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