Covid, telebasura y chotas
Publicado en la revista Somos, núm. 30, de febrero de 2021. En la sección Pensamos que... (artículo de opinión a modo de editorial). Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de la revista Somos en LRP.
Parece que la propagación del mensaje del poder, como no podía ser de otra forma, tiene un vehículo eficaz en la telebasura.
Vemos a diario como entre las delicias distribuidas por los canales de televisión llamados generalistas y generosamente subvencionados por el Gobierno, destacan las airadas protestas y lacrimógenas lamentaciones que los habituales de la telebasura expresan ante las vulneraciones de las normas que las muchas y variadas administracioncitas de este país, han establecido para que no nos muramos con el virus en vigor.
No se pretende aquí y ahora discutir la validez, eficacia o legalidad de las mencionadas normas, pero sí expresar el estupor, cuando no repugnancia, que se experimenta cuando supuestos informadores y moldeadores de opinión a sueldo, que se refocilan habitualmente en airear las miserias humanas y destruir la intimidades, se erigen en referentes morales, en dedo acusador de los infractores de aquellas normas y actúan como delatores de quién, en su muy cualificada opinión, no las sigue.
Estos elementos, propagandistas habituales de todo lo que signifique disolución de la convivencia natural entre personas, debeladores de las formas justas y tradicionales de familia y que, en algún caso, han cortado cualquier atisbo de disidencia interna alegando que su programa es “de rojos y maricones”, están ejerciendo un comisariado político o, quizá más bien, la función de quien, en términos carcelarios, se denomina chota, es decir, delator, chivato.
Cuando estos sujetos claman porque hay personas que no respetan distancias de seguridad ni toque de queda y se arriman unos a otros sin mascarilla, citando su nombre y exhibiendo su imagen, deberían plantearse cuál es su parte de responsabilidad en todo ello.
Si se relativizan continuamente la dignidad y la integridad de las personas, se transmite por doquier ese mensaje relativista y se pretende que los destinatarios del mensaje actúen con disciplina prusiana en cumplimiento de la norma que sí le gusta al telebasurero, la realidad y el egoísmo se imponen.