¿Estado de alarma?
Publicado en el número 27 de 'Somos', de noviembre de 2020. En la sección Pensamos que... (artículo de opinión a modo de editorial). Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de la revista 'Somos' en La Razón de la Proa.
¿Estado de alarma? No, estado de guerra, como se deduce de la intervención (ver enlace al final del texto) de Arnaldo Otegi, líder del partido separatista Bildu, en 2016, noveno aniversario de la declaración de cese de actividad de los terroristas de ETA. Una victoria del Estado, dicen los estúpidos, los canallas y los que son ambas cosas a la vez.
Ahora, en 2020, cuatro años después, el partido de Otegi está en disposición de ser parte “de la dirección del Estado”, como ha dicho el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, tras el apoyo separatista al proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Pero a dirigir el Estado en una dirección muy precisa.
Otegi, con palabras terminantes, destruye aquella bienintencionada afirmación de “mil veces roja antes que rota”, pues para que España sea roja, en su criterio criminal, ha de ser previamente rota. Pide a la izquierda no separatista que sea “honesta”, que reconozca que en una España unida los principios izquierdistas son inaplicables y que sólo en unión con los desmembradores de ésta será posible llegar a ellos.
Parece que cuatro años después, en 2020, el Gobierno del Partido Socialista Obrero Español, hace suyo el planteamiento de los herederos de la organización terrorista ETA que, como es bien sabido, mataba pero no mentía y siempre dejó claros sus medios y sus fines: hizo su guerra mediante el crimen y la extorsión y ahora la continua por otros medios, por la política.
Los partidos políticos de izquierdas y derechas, que han gobernado España a consecuencia de la llamada Transición, han navegado bajo el chaparrón de muertos y destrucción vertido por el terrorismo etarra sobre España, arguyendo que todo planteamiento es defendible sin el recurso a la violencia, como si ETA matara por sadismo o pura maldad.
Ahora, el separatismo, tras haber conseguido sus últimos objetivos “militares”, llega a una situación de poder que le va a permitir obtener su último objetivo político: la destrucción de España.
De que tal objetivo político esté punto de ser alcanzado, aquí y ahora, son responsables inmediatos el Partido Socialista Obrero Español, sus dirigentes, sus afiliados y sus votantes.
Ellos sabrán si los vómitos que alguno dice sufrir a la vista de lo anterior, son motivo suficiente para renunciar a puestos, militancias y preferencias izquierdistas, porque de no ser así, estarán dando la razón a Otegi admitiendo que sólo en una España desmembrada podrán sus ideas y aspiraciones verse materializadas.
Si Otegi se atreve a decir cómo habría de ser España, la izquierda lo asume y la derecha pide “diálogo”, sólo cabe rebelarse y no callar.
Que cada cual cumpla con su deber sabiendo que, quien se burla del lema “Una, Grande y Libre” como inseparable de España, es porque la prefiere rota, diminuta y sojuzgada, es decir, inexistente, al gusto del separatismo.
No hay diálogo posible con esa gente.