Abatir el alma occidental
En el Capitolio de California van a retirar la estatua que representa a Colón junto a Isabel la Católica (...) En España, tenemos experiencia sobrada de memorias históricas y democráticas (...) Se trata, sencillamente, de borrar de la faz de la tierra todo el legado occidental, concretamente europeo.
Abatir el alma occidental
En el Capitolio de California van a retirar la estatua que representa a Colón junto a Isabel la Católica (quien, por cierto, tiene suspendida sine die su causa de beatificación por intrigas políticas vaticanistas). No es el primer símbolo abatido: le han precedido otras representaciones del almirante, de conquistadores, de fray Junípero Serra… En la América Hispana (no latina, por cierto) también la han tomado con todas aquellas imágenes del legado español, en nombre de sospechosos indigenismos y no menos sospechosos antirracismos.
En España, tenemos experiencia sobrada de memorias históricas y democráticas, incluso con profanación de sepulturas e interdictos históricos.
Consolémonos con el mal de muchos… Se abaten también monumentos a héroes confederados en EE.UU.; a creadores del imperio y caídos de guerra en Gran Bretaña (entre ellos, a sir Baden Powell, fundador del escultismo). Todo Occidente sufre una furia iconoclasta.
No estamos de acuerdo en la pueril explicación de que vivimos en un mundo de locos. Acaso esta locura, o borrachera, sea aplicable a las masas que manejan las picotas, pero en ningún caso a quienes manejan los hilos en la trastienda.
Se trata, sencillamente, de borrar de la faz de la tierra todo el legado occidental, concretamente europeo, que, con sus aciertos y aportaciones excelentes, también con sus atropellos y crímenes (¿qué cultura está exenta de ellos?), ha creado el mundo que conocemos. Porque, como decía un viejo texto, Europa ha creado el mundo en que vivimos.
Ahora, en lugar de corregir lo mucho de imperfecto, de injusto y de defectuoso, se empuja a esas masas a que acaben con toda una historia y una cultura legadas. Proscribir filósofos y pensadores, condenar al ostracismo a músicos y poetas, derribar estatuas de héroes, manipular la enseñanza… está a la orden del día. Cualquier pretexto es bueno, convenientemente aireado o tergiversado por los medios.
Como siempre, nos tenemos que preguntar cui prodest? ¿a quién beneficia? Precisamente a quienes se benefician de lo imperfecto y negativo: a los que especulan sin concesiones a la pobreza de los menos favorecidos, a quienes sostienen el férreo dominio del Capital sobre el Trabajo, a quienes pretenden proletarizar a las clases medias, a quienes defienden las deslocalizaciones, a quienes, de vivir en otras épocas, serían los mayores esclavistas; y a quienes, en consonancia con todo lo anterior, promueven la quiebra de los valores del espíritu.
¿Estamos ante una nueva invasión de los bárbaros? En todo caso, no se trata tanto de una invasión como de la barbarie, porque los bárbaros están dentro, manipulan conciencias a su antojo y son los fervientes defensores de la globalización hipercapitalista, que, por cierto, es la mayor enemiga de los conceptos de Europeidad e Hispanidad.