EDITORIAL
El control que no cesa
Aun así, no debemos cejar en nuestro espíritu crítico, con el que debemos hacer frente a cualquier tipo de propaganda y manipulación, adversaria...
Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de agosto de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en junio de 2023. Recibir el boletín de LRP.
El control que no cesa
Siguiendo el pensamiento esencial de José Antonio Primo de Rivera, somos fervorosos defensores de la libertad, como uno de los valores eternos en que él fundamentó toda su arquitectura política.
Sabíamos de la inviolabilidad de la correspondencia, derecho inviolable de todo ciudadano de los países occidentales –excepto en situaciones de guerra o similares–; también de la (presunta) inexistencia de la censura telefónica, si bien, desde la Transición, se han venido sucediendo los escándalos, políticos o privados, por curiosas interferencias, aireadas convenientemente por la prensa adicta.
Sin embargo, los medios electrónicos y las redes no solo no han garantizado mejores cotas de privacidad y de libertad de comunicación, sino que parecen asegurarnos de que cualquier tipo de misiva puede ser conocida, investigada, divulgada y utilizada por razones comerciales o políticas.
En efecto, nos pueden, al parecer, captar todos nuestros datos personales, tanto sociales como incluso biológicos; nuestras opiniones y comportamientos escritos son susceptibles de un seguimiento total, pues se analizan mediante algoritmos y, en el mejor de los casos, se comercializan para el consumismo.
Por ejemplo, la sociedad Acxion dispone de 1.500 datos de 700 millones de personas del mundo; Apple, por su parte, es capaz de leer nuestros correos, aunque asegura que no lo hace; la magnitud de este control tiene alcance mundial; en 2015, el tribunal de Justicia de la UE prohibió la transferencia de datos de usuarios a los EE. UU., pero no sabemos el cumplimiento exacto de esta prohibición. Los ejemplos podrían extenderse hasta el infinito…
Tengamos, pues, en cuenta que podemos ser fácilmente controlados por los poderes económicos y políticos; y que las informaciones que nos llegan pueden ser intencionadas, como productos de las fake news generalizadas.
No hay más soluciones que las que cada uno sea capaz de aportar a título personal y colectivo: en primer lugar, no cejar en nuestro espíritu crítico, con el que debemos hacer frente a cualquier tipo de propaganda y manipulación, adversaria, ajena… o aparentemente favorable; en segundo lugar, en nuestro uso de las redes, dejar las mínimas huellas de nuestra privacidad y valorar de qué mensajes nos hacemos eco y difundimos a nuestra vez.
Empecemos, pues, por defender nuestra libertad y la de quienes nos rodean.