EDITORIAL
Europa es una cultura, una tradición y un proyecto.
Europa es la genial herencia del clasicismo, del germanismo y del cristianismo, y sobre estas raíces debe instalar su convivencia y su tarea común.
Editorial de La Razón de la Proa, de 18 de diciembre de 2019, recuperado para ser nuevamente publicada el 14 de enero de 2023.
Europa es una cultura, una tradición y un proyecto
El continente ha vuelto a quedar aislado, esta es la frase –entre soberbia y estúpida– que se atribuye a los británicos cuando la niebla o las tempestades en el canal de la Mancha imposibilitaban en tiempos remotos las comunicaciones con la Europa continental. Pues bien, el timito ha cobrado actualidad, ya que parece que, con la victoria electoral de Jonson, el Bréxit se acelera; la Unión Europea perderá un socio y Gran Bretaña volverá por sus fueros históricos, atenta a que nadie pueda levantar cabeza en Europa sin su consentimiento.
Nos causa tristeza la situación creada. Podemos ser personalmente más o menos anglófilos –José Antonio Primo de Rivera lo era, por cierto–, no cejamos en reivindicar esa vergüenza colonial de Gibraltar con la que España limita al sur, pero nos sentimos conscientemente europeos: Europa, unidad de destino en lo universal, se ha escrito en estas páginas; por ello, nos ocasiona desazón que los pasos para que Europa se consolide en la unidad estén hoy desandándose entre un cúmulo de nacionalismos insolidarios que están surgiendo.
Como decía Eugenio d'Ors, es el eón de Babel frente al eón de Roma, y parece que el primero vuelve a imponerse, como siempre ha solido en las épocas de degeneración.
Somos los primeros en discrepar de las líneas impuestas por Bruselas, y de las ideologías que marcan su hoja de ruta; la consideramos como la principal culpable de las reacciones nacionalistas; pero Europa es mucho más que Bruselas y sus ideologías, mucho más que sus políticos ignaros, sus burócratas y sus intereses financieros.
Europa es una cultura, una tradición y un proyecto. Europa es la genial herencia del clasicismo, del germanismo y del cristianismo, y sobre estas raíces debe instalar su convivencia y su tarea común. Europa solo se salvará por el camino de la unidad y de la fidelidad a sus raíces, que, lejos de ser ataduras, son impulso de futuro.
Todo nacionalismo es, en el fondo, un separatismo; la extensión no importa, también dijo Xenius, catalán, español y europeo. No importa que ese secesionismo se centre en una región, enfrentada al todo nacional, o en un país, de espaldas a un continente entero, que, en su ceguera insular, vuelve a considerar aislado.