EDITORIAL
Los fantasmas del pasado como estrategia
En La Razón de la Proa preferimos estar atentos a los problemas de hoy a la luz de las 'categorías permanentes de razón' que citaba José Antonio; no renunciamos a nuestra historia, con sus luces y sus sombras, pero vivimos en el siglo XXI.
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Los fantasmas del pasado como estrategia
Parafraseando a Carlos Marx, podemos decir que un fantasma recorre la actual guerra de Ucrania, y no en los campos de batalla, sino en los de la propaganda. En efecto, ambos contendientes, rusos y ucranianos, se acusan mutuamente de nazismo, con el evidente propósito de desacreditar al adversario a escala internacional y de justificar su propia posición en el conflicto.
Leemos en la historia algunos datos curiosos; por ejemplo, el intento de Ucrania de independizarse de Rusia en 1917-18; el espantoso genocidio por hambre (holomodor, en ucraniano) a que fue sometida su población por la URSS en los años 30 del siglo pasado, y que sirvió para reprimir cualquier intentona de liberación. También, que la población de Ucrania se enfrentó a la invasión alemana y, en paralelo, al yugo soviético; que unos formaron en una División de las Waffen SS en contra del comunismo, mientras otros formaban en las guerrillas contra los alemanes o en el Ejército Insurgente Ucraniano contra el dominio ruso, sin que faltaran quienes colaboraran con alguno de los dos enemigos.
Todo ello pertenece a la historia, claro está, pero lo de ahora es otra cosa, salvo una serie de constantes que se repiten: por una parte, el deseo de la Rusia de Putin de asegurarse fronteras frente a la OTAN y abrirse una salida segura hacia el Mediterráneo, y quién sabe si recuperar territorios de otros tiempos; por otra, el ansia de afirmar su independencia de una gran parte de Ucrania, salvo su población rusófila del este, y el acercamiento a la Europa occidental. En la trastienda, los grandes intereses económicos y políticos de los grupos de presión internacionales y de las potencias. Todo un laberinto, como se ve.
Puestos a usar de fantasmas del pasado, no estaría de más recordar los antecedentes políticos de Putin, y alguien escribía el otro día que, más que caricaturizarle con el bigotito de Hitler, sería más justo hacerlo con los grandes bigotes de Stalin. Pero la propaganda es la propaganda, y la nueva izquierda europea se resiente aún, de forma larvada, de querencias nostálgicas del estalinismo.
Del mismo modo, en España, los fantasmas del pasado recorren los caminos de la propaganda, y no hay intervención de político que no saque a relucir el franquismo o el fascismo latente en sus oponentes; especialistas de ellos son los podemitas y los separatistas, que andan dándoles vueltas a sus propios espectros de su historia; así, convenientemente, se ocultan las querencias racistas del nacionalismo vasco o las de idéntico signo del catalán, también atraído en épocas lejanas por la Italia de Mussolini. Como diría un castizo, que aquí todo se sabe…
En La Razón de la Proa preferimos estar atentos a los problemas de hoy a la luz de las categorías permanentes de razón que citaba José Antonio; no renunciamos ━lo hemos dicho por activa y por pasiva━ a nuestra historia, con sus luces y sus sombras, pero vivimos en el siglo XXI, donde estallan también por desgracia guerras y conflictos en el Este de Europa y en otros muchos lugares. Nuestro ámbito es el del combate cultural ━metapolítico, decía un reciente artículo publicado━, y no nos entretenemos en estrategias socorridas, como la de echar mano de demonizaciones demagógicas ni de denostar a quienes piensan distinto que nosotros con caricaturas entresacadas de manuales de propaganda.
Ni reinventamos la historia para dominar el presente, como las llamadas leyes de la memoria, ni paseamos a los fantasmas por el panorama nacional. En todo caso, los muertos descansan en sus sepulturas; los que nos causan más preocupación son los vivos, y de esos hay abundancia en el espectro político español.